Este almendro otoñal que vemos en la foto, es un árbol
frutal maduro que produce, cada año, medio quintal de almendras, es decir, unos
23 kg. Es ésta, una cantidad muy “productiva” -en términos económicos "convencionales" de lo que se espera de un almendro-.
El frutal, que, desde hace 20 años no se ha podado, salvo las
ramas muertas y las del pie, se encuentra embutido en un bosque Natural de
alimentos (bNa), donde existen hermanadas -en sus raíces y sus aires-, diferentes
especies de árboles silvestres y otros árboles frutales. Estas plantas le influyen
directamente, y mejoran y mantienen, tanto el ecosistema como su propia producción, y son: un liquidámbar, un pino limonero, un aligustre de China, un
ciprés común, un laurel, una buena masa de bambúes, un azufaifo y otros
almendros. A sus pies, en las coberturas, hay una arbustada de marrubios,
alcachofas y rosales. Y, a su alrededor, damas de noche, lavandas y numerosas
especies silvestres variadas.
Una familia entera de tres miembros, puede alimentarse un año entero de almendras con,
aproximadamente, un quintal y medio de almendras sin pelar -como unos 70
kg/año-. Esta cantidad supone unas cinco almendras por día y persona, lo que
equivale, más o menos, a la mitad de las necesidades diarias de proteínas.
Aparte de la gran cantidad de nutrientes de calidad, entre los que se encuentra
el calcio, las proteínas que contienen las almendras son completas. Además de
todo ello, la almendra es uno de los alimentos más alcalinizantes que existen,
lo cuál es una enorme ventaja sobre los problemas de acidificación actuales del
cuerpo humano, y el consumo extremo de carne.
Necesitaríamos unos tres árboles con esa producción, para
alimentarnos de proteínas y otros nutrientes esenciales, durante medio año.
Conviene siempre tener uno o dos árboles más, para generar cierto excedente,
para intercambio u otras cuestiones. Esto
quiere decir que, con cinco almendros en nuestro bNa, ya tenemos más que
suficiente para la autosubsistencia.
En el año 1975, un quintal de almendras, en el mercadeo
convencional, según me ha contado un agricultor antiguo de la zona, costaba
unas 12.000 ptas., es decir, unos 72 euros. Hoy, en los albores del 2020, se
paga unos 90 euros, si hay suerte. Después de 40 años, si damos como válido tal
precio, que no he podido cotejar debido a la falta de información, el precio de
la almendra sólo ha subido 12 euros. Teniendo en cuenta la inflación general de
los últimos 45 años, que, posiblemente, haya duplicado o triplicado, o más, el
precio de todos los productos y consumos, la subida de la almendra es
absolutamente inapreciable.
Si nos vamos al año 1975, con lo que solían costar las cosas
de entonces, un quintal de almendras daba para mucho, con lo que el agricultor
pequeño y mediano, de mercadeos locales e, incluso, convencionales, podía, perfectamente, no sólo
alimentarse, sino además podía obtener excedentes para pagar otras muchas cosas.
Pensemos que en 1975[1],
el salario mínimo interprofesional, debía rondar sobre las 46.000 ptas./mes.
Con ello, sólo con 4 quintales -es decir, 8 árboles-, una familia entera,
alcanzaba, en bruto y por mes, el salario mínimo interprofesional. Ocho
almendros, en un bosque Natural de alimentos equilibrado, de ocupación silvestre
al 50%, no ocupa más de 100 metros cuadrados. Sobre la producción anual,
estamos hablando que, para cubrir el valor anual, necesitaría esa misma familia
96 almendros (8 árboles x 12 meses). Una ocupación en metros que supondría unos
1.200 metros cuadrados en Agricultura Natural con bNa., que contiene el 50 % de
silvestres y otros frutales también.
Haciendo una especulación de lo que debería valer un quintal
de almendras, si hubiese subido al mismo nivel que la vida en general, y en
función del salario mínimo interprofesional, sacaremos la siguiente conclusión:
Un quintal de almendras en el año 1975, según el precio supuesto
de 12.000 pesetas el quintal, suponía un valor del 26 % del salario mínimo
interprofesional. El 26% del salario mínimo profesional en el año 2019 es de
234 euros/quintal. Ahora cuesta unos 90 euros, con lo que, casi que debería
estar triplicado el valor.
Podemos hacer este mismo estudio sobre lo que cuesta hoy la
carne respecto al año 1975. Es bastante probable que nos sorprendamos de los
resultados. Ciertamente, la agricultura, que es la que precisamente nos da la
auténtica comida, no es rentable, porque el sistema de capitales, con sus
intereses en las grandes producciones, ha querido que no lo sea.
Por todo ello, desde el ámbito de la Agricultura Natural, que
sí quiere crear vida en la Naturaleza y no estipularse completamente según los cánones urbanos, no se puede concebir un mercadeo de sus
productos desde los precios dados por el sistema de capitales, puesto que, un
agricultor natural, aparte del compromiso que tiene de recuperación de los
ecosistemas y de un cultivo respetuoso en su más alto nivel, aspira también a
vivir de su trabajo y su tierra. Las únicas opciones que existen, para poder
llevar a cabo este reto, son dos:
1.- La rama de actuaciones del lado político y del sistema
de capitales. Que el mercado de capitales y los gobiernos incidan en los precios y permitan que
los pequeños agricultores puedan acceder al sistema. Para ello, no existe más
remedio que aplicar algunas condiciones de bNa, basadas en que el sistema de
explotación industrial del campo limite su producción, evitando la agricultura
extensiva masiva de las grandes compañías que machacan el precio general y destruyen los ecosistemas. Para una restauración de la Naturaleza compatible con la sostenibilidad natural humana, sería
necesario y primordial incorporar, en un 50% en todas las
explotaciones extensivas y convencionales, la plantación de arboleda silvestre. La producción se
disminuiría al 50%, pero el precio, debido a su menor oferta -o por la incorporación de medidas políticas-, por sí mismo, casi se triplicaría, según hemos argüido
antes. El nuevo acoplamiento no sería inmediato, y necesitaría de muchos ajustes, pero sería una dirección marcada, al igual que se debería hacer en cuanto a la aplicación de los químicos en la agricultura y otras cuestiones.
2.- La segunda opción es la rama alternativa, e implica que, desde la Agricultura Natural, se vayan articulando mercadeos locales de
precios justos, según la filosofía de Vida Natural Consciente. Esta filosofía
marca un pensamiento de menor consumo. Para poder hacer efectivo este menor
consumo, se requiere que, todos los agricultores naturales lo
disminuyan en, al menos, un 60% de la media del sistema de capitales. Con esta
disminución, el agricultor natural puede marcar un precio más justo, a nivel
local, adecuado a su sistema de vida. Si un agricultor natural puede subsistir
con el 60% del salario mínimo interprofesional, es decir, unos 540 euros por
mes, debe configurarse en función de tal salario, y buscar las alternativas de
consumo -en energía y otras necesidades primarias-, para poder subsistir dignamente.
Si consigue tal reto, para nada inalcanzable, según mi experiencia y
convencimiento, el precio justo de sus almendras sería del 26% de su salario,
esto es: 140 euros (26% de 540 euros) /quintal. Y esto, permitiría a una familia vivir de su trabajo practicando Agricultura Natural con árboles de almendra, con solo, unos 1.500 metros cuadrados.
Ninguna de las dos opciones expuestas es totalitaria. La Agricultura Natural tiene un octavo principio que son las transiciones, y este
principio, permite términos medios entre unas y otras opciones. De hecho, es lo
ideal unificar los esfuerzos, tanto desde la alternativa, como desde el sistema
imperante. En cualquier caso, prima la buena motivación, con lo que esas
tolerancias, deben evitar justificar abusos, ni nublar el objetivo marcado.
El presente estudio económico, está realizado enfocado a una
economía familiar basada en el cultivo natural de almendras. Existe fundamento
sobrado técnico, para que pueda ser de aplicación a otros alimentos básicos provenientes de la agricultura Natural.
Juan Benítez Jamchen, 24/10/2019