Andemos un paso adelante y démonos cuenta de que la
Agricultura Natural de domesticación, que dio lugar a la civilización humana,
en su sentido positivo nació gracias a la cercanía con los grandes ríos. En la
cultura de Occidente, el Tigris, el Éufrates y el Nilo, fueron los grandes
motores de la abundancia y la pasión por la creación de los jardines
ornamentales y alimentarios, que fueron base de la recreación del Edén, del paraíso
que nos fue robado.
Desde Mesopotamia y Egipto hasta nuestros días, el ser
humano ha aspirado siempre a su propio origen, el bosque donde todo está dado,
intentando alcanzar, con sus esfuerzos y a través de su ensoñación, la ilusión
de vivir en el paraíso perdido.
La arquitectura y los jardines fueron las articulaciones
reales de tales aspiraciones durante milenios, pero hubo un punto de inflexión
en el camino que dio lugar a otras aspiraciones inversas. Esto es: la ilusión y
el deseo de ser Dios, de creerse “todo poderoso” por encima de su propia
Naturaleza misteriosa y otras naturalezas misteriosas, que ya son dadas. Apenas unos pocos siglos nos separan, dejando
de lado todo el recorrido ganado hacia el Edén.
Así decía el escriba Enii, sobre el 1.580 a.C.:
“haz a tu gusto un jardín, rodeado de parterres; además de
la tierra de labor, planta en él árboles, que será un abrigo para los
alrededores de tu casa; llena tu mirada con todas las flores que tu ojo pueda
contemplar, porque no hay que privarse e ninguna de ellas, es motivo de felicidad
no dejarlas de lado”.
Los mesopotámicos y los egipcios dejaron ver hermosos
jardines para el placer, el rito y la alimentación, y usaron los recursos de su
mente, es decir, la técnica -tecnología-, para llevarlo a cabo. Pozos,
estanques, canales de distribución del agua, traslado del limo, etc., fueron
estimables creaciones de la mente humana para la realización mundana el paraíso
en esta tierra. En unos principios, pocas veces se alejaron de los ríos y se adentraron
en el desierto con esa pretensión. Y las veces que lo hicieron, el desastre terminó
por acabar toda civilización y toda Naturaleza fue destruida; Petra es un
ejemplo de ello. Al final, la excesiva explotación sin tener en cuenta a la
Naturaleza, dio lugar a la misma suerte, con lo que el artificialismo cobra siempre
su moneda de cambio: la autodestrucción.
Toda tecnología, por muy avanzada que esta sea, jamás podrá
dominar la misteriosa fuerza de la creación natural. Toda vez que el humano
pretenda controlar lo incontrolable con sus artificialismos varios, la
Naturaleza irrumpirá sin contemplaciones y destruirá tal intención, incluido todo el tesoro
que nos fue dado inicialmente.
Los ríos y bosques que nos han sido dados por su propia
naturaleza, aún con el prudente provecho humano, han de ser conservados con
toda su pureza, tal cual han sido revelados, y todas las tierras, aires, aguas
y bosques modificados y destruidos, han de ser recuperados, para que la
Naturaleza pueda, de nuevo, mostrarnos el camino al Edén; de no ser así, Ella
nos mostrará el infierno. Es ese el designio de los humanos, por ello, la conservación, la recuperación y la recreación, es el camino
de todo ser Natural y Consciente, y la Agricultura Natural pone objetivo
primordial en ello, en desarrollo material y espiritual.
En el Tratado de Agricultura Natural quedó revelada
la Tierra Filosofal. Aquello que no fue visto aún en los albores de la
civilización, por el maestro de maestros, Hermes Trismegisto, con su Tabla
Esmeralda, donde reinaba el oro, hoy cobra otra claridad para el devenir humano.
Con la Tabla Natural Consciente, lo que reina ahora es el alimento de
vida, que es el oro “simbólico” sutil y evolucionado; en contraposición de la
transmutación de la piedra en oro -piedra filosofal-, lo que debe ser
transmutado es la tierra -que es la piedra más sutil-, en alimento de vida -Tierra
Filosofal-.
Averiguad qué significa alimento de vida y habréis
encontrado el camino auténtico a la Tierra Filosofal. La sabiduría
eclosionará en vuestras mentes, y siendo realizable, material y
espiritualmente, por muchos, un nuevo paradigma humano, sin duda alguna, vendrá
y nos mostrará el más hermoso de los paraísos en esta misma tierra, tal como fue
designado por la providencia.
Que así sea entonces.