sábado, 25 de mayo de 2024

Memoria histórica de las plantas. El archipiélago andaluz-africano

 

Monografía 1. Jardín Natural Botánico Jamchen 

(Sedella. Abril, 2024) 


Memoria histórica de las plantas. El archipiélago andaluz-africano.

Juan Benítez Jamchen ©


La práctica de más de 21 años reproduciendo y plantando árboles de diferentes clases, tanto autóctonos como alóctonos, me ha dado luz sobre la increíble capacidad de las plantas para recordar sus más lejanos orígenes y su capacidad para adaptarse a ambientes y lugares que se les supone no correspondidos. Las fronteras entre lo exótico y lo autóctono, cuando sobrepasamos la visión estrecha, y lo vemos desde el punto de vista extenso y universal, se disuelven sobremanera y nos da hermosísimas pinceladas de lo que la mano colaboradora e integradora humana puede llegar a hacer para contribuir con la memoria histórica de la misma vida. Entender el origen de los vegetales y cómo son capaces de transformarse gracias a la maravillosa y misteriosa memoria natural que contienen sus vidas, es también comprender el origen y la mutación natural de la misma vida humana, animal o de cualquier otra índole. Por eso, es tan importante colaborar con la memoria de los tiempos. 



Historia de una isla


Allá por el Eocenohace como unos 40 millones de años, a mediados del terciario inicial llamado Paleógeno (66 - 23,03 millones de años), un trozo de tierra comenzó a separarse del continente, o bien desde la zona de lo que hoy sería Cataluña y el sur de Francia, o bien por la parte este de Europa. Este trozo de tierra traía consigo extraordinarios regalos botánicos, con numerosas plantas curtidas durante todo el Cretácico que conservaban una gran remembranza histórica desde hacía muchos millones de años atrás, en el principio de los tiempos botánicos conocidos y heredados. 


La extensa isla alargada, hace como unos 25 millones de años, ya en pleno Oligoceno, llegó para quedarse en la franja costera del sur de Andalucía, estableciéndose finalmente durante el Mioceno, abarcando, ya en aquella época - hace unos 13 millones de años-, una enorme extensión de tierra en una gran parte de lo que es hoy el Mar de Alborán. La isla se fue transformando durante toda la etapa media-final del terciario, formando archipiélagos diversos hasta hace unos 6 millones de años, incluyendo 

también a otras islas venidas de las zonas orientales, y mejorando aún más el intercambio y la gran diversidad. Con la formación del Mediterráneo, los movimientos de tierra producidos por el choque continental entre las placas africana y europea separó el archipiélago, y unas islas se unieron y reencontraron con Europa y otras se fundieron con Africa. Aparecieron entonces las altas montañas de Andalucía y de Marruecos. 


Durante el Plioceno (5,33 - 2,59 millones de años), que fue el último periodo terciario y cuando se formó el desierto del Sahara debido al aislamiento entre los océanos Atlántico y Pacífico debido a la formación del istmo de Panamá y que acabó con el comienzo del cuaternario y sus glaciaciones, ya había clima mediterráneo establecido, y las floras habían cambiado mucho, peroaún se conservaban por entonces las diversidades, con gran parte de sus buenas cualidades, de todo el fascinante terciario, tal como se muestra en los estudios polínicos.

Según he comprobado por la experiencia directa, lo más fascinante es que, aún hoy, a pesar de todos hielos sobrevenidos e interglaciares, sequías e irregularidades diversas, podemos apreciar buenos matices de ese recuerdo terciario isleño dentro de la tierras sur-peninsulares que pisamos en la actualidad.



Introducción y origen de las floras terciarias


En el Cretácico inferior, hace alrededor de 130 millones de años, en las latitudes bajas, cerca del ecuador, nacieron las primeras plantas angiospermas en latitudes como una rama evolutiva de las gimnospermas, posiblemente de las Bennettitales u otras plantas similares. A lo largo de los millones de años posteriores, estas plantas se fueron dispersando hacia el norte y, tal fue su extensión, gracias a las relaciones simbióticas con los polinizadores (insectos) y la dispersión de semillas (aves y mamíferos), que llegaron a dominar a la flora de gimnospermas, sus propios ancestros que habían reinado antes el planeta durante mucho tiempo. Las plantas de flor, desplazaron también a los helechos gigantes, que terminaron extinguiéndose, y logrando casi extinguir a las Cicadoiaceas y a las Gynkgoideas. Junto a estos acontecimientos, debido a las características propias del clima cretácico, durante esa etapa comenzaron a surgir, a su vez, los pastos con gramíneas, hierbas y espigas. 


Tal como dice E. Barrón en “Evolución de las floras terciarias en la P.I.”, durante el Senonense(88-65 m.a.), a partir de datos paleobotánicos, sin hielo en los casquetes polares y sin zonas de elevada pluviosidad en las zonas ecuatoriales, se pudieron distinguir cuatro zonas paleoflorísiticas: La primera se desarrolló en las zonas boreales, que se caracterizó con un tipo palinológico Aquilapollenites, que parece estar emparentado con angiospermas primitivas relacionadas con la actual familia del sándalo (Santalaceae). En el Mediterráneo, tenemos un heredero adaptado a climas secos, de la familia de las santaláceas, como es el Bayón -Osyris lanceolata-, que nos puede acercar a una idea de qué tipo de flora estamos hablando. La segunda zona ocupaba el sur de la boreal y al norte del mar de Tethys y se caracterizó por el tipo político Normapolles, que se relaciona con la familia de los nogales (Junglandaceae). La tercera ocupó la zona del Ecuador y tenía un clima árido caracterizado por granos de polen de Gnetales -gimnospermas-, Cycadaceae -gimnospermas-, Bennettitales -gimnospermas parientes cercanos de las angiospermas, o posiblemente relacionados con las cícadas o los ginkgos- y de Elaterosporites. Y finalmente, la cuarta zona, que ocupaban las zonas australes, se desarrolló una flora de Podocarpeae y hayas australes (Nothofagus).


Las primeras angiospermas de origen ecuatorial fueron de hoja siempreverde de carácter tropical y se distribuyeron por todo el planeta, formando, con el tiempo y sus desplazamientos, distintos tipos de perennes y caducas. En el cinturón caliente dominaron las angiospermas perennes llegando a formar bosques tropicales muy extensos. Esta geoflora paleotropical, según MAI (1991), evolucionó de forma autóctona en el Cretácico superior, desarrollándose y abarcando todo el hemisferio Norte a lo largo de las costas del mar de Tethys, al sur de la zona holártica hasta el Mioceno superior (unos 20 m.a.) y estaba “caracterizada por bosques paratropicales lluviosos, bosques subtropicales lluviosos, laurisilvas subtropicales y templados y formaciones de coníferas y laurisilvas mediatizadas edáficamente” (E. Barrón, 2003). Sin embargo, en las altas latitudes del hemisferio Norte, lo que se viene a llamar la zona circunboreal (alrededor del Ártico), de manera muy particular, se desarrolló, ya desde mediados del Cretácico, una flora muy característica que adaptó sus hojas y sus semblantes a aquellos climas más templados. Las angiospermas se hicieron allí caducas y las gimnospermas se configuraron, en general, más duras, estrechando sus acículas y desarrollando sus maderas. A finales del Cretácico, ya encontramos en la zona circunboreal, antecedentes de geoflora arctoterciaria como la Macclintockia -extinta-, la Metasequoia -conífera caducifolia- y familias de frondosas como CercidiphyllaceaePlatanaceae Tronchodendraceae (E. Barrón, Evolución de las floras terciarias en la P.I., 2003).


Después de la gran extinción del final del Cretácico que tuvo lugar hace 65 m.a., donde desaparecieron las bennettitales, entre otros pocos taxones, y ya a en el comienzo del terciario, durante el Paleoceno, se observa una continuidad en todo el cinturón caliente del planeta de lo que ya existía en el Cretácico, incluyendo la flora paleotropical, sin embargo, parece ser que Europa en particular, desarrolló una flora paleotropical exclusiva de tipo lauroide -laurisilvas-, debido a que estuvo aislada, por entonces, de las otras masas continentales en un territorio denominado Región de Gelinden. Así lo afirman los estudios de E. Barrón, añadiendo que, a diferencia de la flora arctoterciaria, “la flora paleotropical solo existió como fitocoria independiente durante la primera mitad del Paleógeno, teniendo su desarrollo durante el Eocenoinferior y medio”. Esta flora europea incluía especies lauráceas de los géneros Cinnamomun, Litseam Neolitsea, Persea y Laurus, de fagáceas de los géneros Quercus (incluyendoCyclobalanus), Castanopsis Lithocarpus y palmeras de los géneros Chamaerops, Livistona, Sabal y Trachycarpus.


Con todo ello, aunque en el sur y centro del continente europeo se conservó el clima cálido y húmedo con su flora paleotropical durante todo el Paleoceno, por sus nortes y con los cambios de la geografía continental, las plantas se fueron también diversificando y acomodando, poco a poco, a climatologías más templadas, encontrándose ya entonces elementos arctoterciarios en Europa Central. Es por esta razón que aunque el continente europeo, a inicios del terciario, tuviese vocación lauroide, terminó incluyendo conjuntamente durante final del Eoceno y el Oligoceno, tanto la flora paleotropical como la flora arctoterciaria, que llegó por los nortes y el este del continente, gracias al paulatino enfriamiento y a la altas cordilleras que cruzaban todo el centro de Europa hasta el Mar de Tethys. 


En definitiva, la llamada geoflora arctoterciaria, estaba compuesta por numerosas plantas gimnospermas y esas otras angiospermas que aparecieron (muy probablemente venidas antaño desde las zonas sureñas más tropicales) durante el Cretácico superior en la franja boreal del planeta -circunpolar o circunboreal-. Por aquellos tiempos eocénicos, la franja boreal del planeta, ya no configuraba numerosos archipiélagos dentro de los diferentes continentes del hemisferio Norte que conocemos hoy día (los nortes de Europa, Asia y América), sino un extenso bloque que conectaba por tierra los continentes. Este suceso provocó un gran intercambio de plantas entre los tres continentes, justo en el tiempo donde comienzan los primeros síntomas de enfriamiento y cuando las arctoterciarias se desplazan hacia el sur.


Con el enfriamiento, estas plantas arctoterciarias se fueron trasladando, más y más, durante todo el Oligoceno (33,9 - 23,03 millones de años), hacia zonas más meridionales con lo que, en unos pocos millones de años, ya se habían diversificado y adaptado a las zonas sureñas del continente. Las plantas arctoterciarias, que contenían tanto coníferas como frondosas, se fundieron, tal como vimos, con las floras paleotropicales, con hojas muy parecidas, relativamente grandes, habitualmente coriáceas y siempre verdes, cualidad típica de las plantas que deben secar sus hojas lo más rápido posible ante ambientes muy húmedos. El enfriamiento oligocénico trajo finalmente consigo la pérdida paulatina de esta flora, que había reinado durante todo elEoceno inferior y medio, en casi toda Europa, pero no será hasta avanzado el Mioceno que se produjera una extensa extinción de las laurisilvas europeas. En las zonas más sureñas, no se perdió del todo, de hecho fue refugio de muchas de estas especies, y las laurisilvas se mantuvieron, dejando una muy delgada línea que las separaba de los bosques templados caducifolios. 


La isla que se separó del continente y viajó al sur y que configuraría, más tarde, el archipiélago andaluz-africano, contenía esa diversidad de convivencia de bosques de distintos tipos. El clima subtropical que se pudo mantener junto a las elevaciones de las montañas, permitió la coexistencia de bosques templados caducifolios, con bosques subtropicales caducifolios-perennes y bosques laurifolios perennes. Este refugio importantísimo del bosque laurifolio durante el terciario, permitió también que, a pesar de las glaciaciones posteriores del cuaternario, se mantuvieran hasta hoy día especies valiosísimas dentro del continente europeo. De entre estas especies, herederas de la laurisilva, destacamos dentro de la península Ibérica: el laurel (Laurus nobilis), el acebo (Ilex aquifolium), el durillo (Viburnum tinus), el boj (Buxus sempervirens), el ojaranzo (Rododendron punticum) y el laurel cerezo (Prunus lusitanica-laucerasus).



Las floras arctoterciarias, paleotropicales, mesozóicas y paleozóicas del Archipiélago andaluz-africano


El gran viaje, durante el Eoceno-Oligoceno, que realizó aquella gran isla separada del continente europeo y que llegó al sur de Andalucía, junto con otras islas venidas del Este del Mar de Tethys, formaron un archipiélago que duró hasta la formación del Mediterráneo, hace unos 6 millones de años. El archipiélago ocupó prácticamente todo el Mar de Alborán y buena parte de las tierras donde hoy día se sitúan el sur de Andalucía, el sur de Levante y la parte del Norte de África. Vinieron entonces, desde mismo continente europeo, todo tipo de plantas, tantoarctoterciarias como paleotropicales, así como muchas de aquellas no extintas de las eras Mesozoicas y Paleozoicas.


Dentro de la serie de géneros y especies de antiguas ginmospermas no coníferas, muy posiblemente presentes en el archipiélago y no desaparecidas a lo largo de las Eras en tiempos terciarios, podemos destacar los Ginkgos (un fósil viviente de una especie gimnosperma, que terminó siendo caduca y que nos lleva al Pérmico, con más de 290 millones de años, según tenemos constancia. Aunque no hay registros polínicos en el archipiélago, podemos sospechar, con bastante acierto, que se transfirieron), las Cycadáceas (otro fósil viviente que nos lleva al Carbonífero y al Pérmico y que daba Cicas de diversos tamaños y tipos), las Pteridofitas, como los helechos, de una antigüedad, probablemente, de más de 400 millones de años, del Silúrico y el Devónico, donde formaban parte de las primeras plantas vasculares y no vasculares (los helechos arbóreos desaparecieron durante el Jurásico), las Licopodiáceas (que son los ancestros de los licopodios actuales, y que tienen también origen en el Silúrico y el Devónico; en su tiempo eran mucho mas grandes. Se piensa que los licopodios fueron los posibles ancestros de las coníferas) y las Equisetáceas (colas de caballo actuales, que en tiempos del Carbonífero, entre 359 y 299 millones de años, tenían porte arbóreo).


De forma general, dentro de las arctoterciarias gimnospermas coníferas, que son aquellas plantas de origen boreal -templado y cálido- que producen conos para reproducirse en lugar de florecer y fructificar, destacamos, como más representativas, las herederas de lasCordaitales y las Voltziales del Carbonifero, que eran las Conypherofitas del Pérmico, subdividida en los ancestros de los Pinus actuales de diversos tipos (junto con los Quercus, los Pinus terminaron siendo los más abundantes durante el Plioceno), de los que rescatamos el género Cathaya como una Pinacea muy presente en Europa (según el diagrama polínico de la secuencia de Andalucía G1, la Cathaya estuvo presente en las costas de Málaga durante casi todo el Plioceno y buena parte del Pleistoceno) y los Paleotaxus, un fósil viviente con registros fósiles desde finales del Triásico (201 m.a.), que ya estaban bien diversificados en el Cretácico, mostrando entonces géneros como los Taxus, las Sequoias o Metasequoias, las Criptomerias, las Thuyas, los Juniperos, los Cupressus, los Caledocedrus, los Tsuga, los Glyptostrobus, o los Taxodium. Dentro de los Paleotaxus y según los registros polínicos, en el archipiélago andaluz-africano existieron durante el terciario inicial y medio los géneros SequoiaCedrus Taxodium y en el Terciario final se avanzan otros que ya empiezan a ocupar importancia en el Pleistoceno, como son los Cupresssus y Juniperus.


Durante el Eoceno y el Oligoceno superior, también viajaron hacia el sur otras Conypherofitas que conocemos hoy día como abetos, que fueron los descendientes de las Araucarias (las araucarias tuvieron origen a finales del Pérmico y el Triásico superior, hace unos 300 millones de años. Durante el Jurásico tuvieron su máximo esplendor y desaparecieron del hemisferio norte al final del Cretácico, transformándose y diversificándose en tal hemisferio, en los abetos conocidos actualmente, como los Larix, los Abies, los Picea y, probablemente, los Keteleeria).


Teniendo constancia de que habían los géneros CathayaAbies y Piceas en el archipiélago andaluz-africano durante el Mioceno y dada las características de estos, es entonces muy posible que, antes de la formación del Mediterráneo, hubiera montañas de elevación considerable, que cruzaban de Este a Oeste, y que, en ese momento, por este motivo, existieran también en la zona los géneros CedrusTsuga, ya que las primeras solían vivir con estos durante el final del Terciario. También, incluso, dadas las características mencionadas, podríamos sospechar, del mismo modo, que hubiera habido árboles del género Keteleeira. Todas estas coníferas, junto con otras posibles especies ancestrales como los del género Taxus, entre otros, se puede sospechar que debieron convivir en las zonas montañosas más altas del archipiélago.


* La inclusión de los cedros en aquella época miocénica es, tal vez, un poco controvertida. Es una posibilidad que, cuando estas islas, antes de la creación final del Mediteráneo y de unirse a África y Europa, respectivamente, ya llevaban consigo los cedros y es posible que sea, por esa razón, que existan hoy cedros en el Norte de África. Sin embargo, los cedros son arctoterciarios que aparecieron en el Eoceno (54 millones de años) en Rusia y fueron desplazándose hacia el sur a través de los millones de años hasta refugiarse, eso si es seguro, en el sur del continente europeo a finales del terciario. La separación entre las especies Deodara y Atlántica-Libani-Brevifolia, sucedió hace unos 18,8 millones de años, según el árbol filogenético que disponemos, con lo que, si hubiera habido cedros en el archipiélago, serían de la clase Atlantica, con lo que existe la posibilidad de que no existieran todavía cuando la gran isla se separó del continente europeo durante el Eoceno, o ¿quizás si, y los millones de años intermedios son más amplios de lo que se podría esperar? Igual la incorporación sucedió después, durante alguna etapa del terciario, ya que el archipiélago, en muchas ocasiones, estaba muy cercano al continente europeo de entonces y podría haberse desplazado de forma natural por el aire. Hay hipótesis que señalan que la transferencia de los cedros hacia el continente africano se produce mucho más tarde, ya formados los continentes y durante el cierre del Mediterráneo en el Messiniense (5,96 - 5,33 millones de años). Esto podría ser, pero me inclino a pensar con buena certeza, ya que contamos con registros polínicos de su existencia entre los 11,62 y 7,24 millones de años, tanto en las zonas donde hoy se encuentra Almería como en Levante, que los cedros ya existían durante el Mioceno en el archipiélago, y se mantuvieron allí hasta la formación del Mediterráneo, con la separación final entre los continentes africano y europeo, con lo que la transferencia de cedros podría haber sido anterior. Sea como sea, de lo que sí podemos estar seguros es que a finales del terciario, durante todo el el Plioceno, ya formados los continentes tal cual los conocemos hoy, había efectivamente una franja muy importante de cedros en todo el sur de Europa, incluida la Península Ibérica. Y eso duró, en el caso de Andalucía y Levante, durante todo el cuaternario hasta casi la actualidad. 



La lista de las especies angiospermas arctoterciarias -la inmensa mayoría caducas y unas pocas marcescentes-, que son aquellas frondosas de origen circunboreal -templado y cálido- que florecen y fructifican, es grande. Aunque tenemos constancia de que algunos de ellos no estuvieron en el archipiélago, los destacamos extensamente por su posible importancia como potenciales actuales. Estos son: los Acer, los Alnuslos Betula, los Carpinus, los Carya, los Castanea, los Catalpa, los CeltisCercidiphyllum, los Cyclocaryas, los Cornus, los Corylus, los Craigia, los Diospyros, los Engelhardialos Euconmia, los Fagus, los Fraxinus, los Juglans, losKeteleeria, los Koelreuteria, los Liquidambar, los Liriodendron, los Magnolia, los Nyssa, los Ostrya, los Parrotialos Parthenocissus, los Paulonia, los Phellodendron, los Platanus, losPopulus, los Prunus, los Platycarias, los Pterocaryas, los Quercus caducifolios, los Salix, los Sambucus, los Sorbus, los Tilia, los Trochodendraceas, los Ulmus, los Zelkova, etc. 


De los registros polínicos que disponemos, confirmamos que los géneros arctoterciarios presentes más emblemáticos en la zona del archipiélago andaluz-africano, donde hoy, desde la parte de la península Ibérica, se encuentran las provincias de Cádiz, Málaga, Granada, Almería, Murcia y parte de Alicante, fueron: AcerAlnusBetula (en las montañas del actual Levante interior; 11,62 - 7,246 mill. a.)Calocedrus (en las montañas del actual Levante interior; 20,44 - 15,97 mill. a.)CarpinusCaryaCeltisCorylus (en las Sierras de Levante), Engelhardia(abundantes durante el Plioceno inferior en los sondeos de las costas de Málaga, según los registros polínicos)Juglans (también existen registros polínicos en los sondeos de las costas de Málaga del Plioceno inferior), Liquidambar (presencia considerable en los sondeos de Málaga desde el Plioceno inferior hasta parte del Pleistoceno inferior)ParrotiaSecuoia (en las zonas de Levante - 20,44 -15,97 mill. a.-), Salix, TiliaUlmus y Zelkova (Referencias de los sondeos de las costas de Málaga del diagrama polínico de la secuencia Andalucía G1 del Mar de Alborán).Conociendo la buena diversidad existente de la familia de las Juglandáceas durante el Terciario, es interesante destacar que, habiendo presencia de Engelhardia y otras de la familia como Juglans y Carya durante el Plioceno inferior, es bastante probable que también hubieran estado presentes en el archipiélago, al menos antes del Plioceno, los géneros como Cyclocarya,Platycarya y Pterocarya.


Del resto de géneros, solo podemos conjeturar que una buena parte ellos también pudieran haber estado presentes, sería fascinante poder incluirlos, del mismo modo, como paleoautóctonos de la zona. Hay géneros y especies maravillosas, que aún no teniendo muestras muy claras de naturalización, se han adaptado muy bien al entorno sur-peninsular, como es el caso de las MagnoliasSólo hay registros de este género en la península, en el Norte de las sierras centrales, entre los 13,82 y los 7,24 millones de años. La distribución más antigua parece ser únicamente Holártica, pero, teniendo en cuenta la especie siempre verde emblemática de Magnolia grandiflora, que hace que podamos incluirla dentro de los ambientes templados calientes subtropicales (al igual que el Cinnamomun, aunque este sí es claramente Laurácea y la probabilidad de inclusión dentro del archipiélago, por ello, podría ser más alta) que, gracias a sus caracteres ancestrales en las flores que la destacan como una de las angiospermas más antiguas, podría haber sido muy posible que ya estuvieran durante el Eoceno-Oligoceno en el suroeste del continente y dentro del archipiélago andaluz-africano que contenían zonas tropicales húmedas aún.


Un género que causa gran curiosidad y fascinación, es el Cercidiphyllum. Se trata de un género de angiospermas muy antiguo, de los primeros, que viene del Cretácico medio, y que tiene características muy poco frecuentes que recuerdan a los propios de las ginmospermas. Sólo hay registros polínicos en la zona de Lisboa, entre los 3,6 y 2,8 millones de años y en las costas de Galicia durante el Plioceno, y se sabe que solo tuvo distribución Holártica hasta ese periodo, con lo que es poco probable que bajasen al suroeste de Europa en periodos anteriores, con lo que nos quedaríamos en el sueño de haberlo tenido en estas tierras. En cualquier caso, en el Jardín Natural Botánico Jamchen hemos realizado este año la plantación de un ejemplar. En próximas monografías, iré comentando más sobre las incidencias de este tipo de especies en ambientes mediterráneos actuales. 


Existe un género de gimnosperma, que es también muy interesante y me gustaría resaltarlo en este estudio, se trata de la Criptomeria. Hay registros polínicos en la zona de Levante Norte entre los 20,44 y los 15,97 millones de años, que serían entonces las costas del sur peninsular más cercanas a las islas, con lo que, con buena probabilidad, podrían haberse transferido al archipiélago anteriormente. 


No nos olvidamos, por supuesto, del género Platanus, tan conocido dentro de nuestros parques. Hay registros muy antiguos en la zona suroeste del continente y en el noreste peninsular actual, con lo que es muy probable que pudieran haber estado también en el archipiélago y con seguridad, solo hay algún retazo de su presencia en los registros de la secuencia Andalucía G1 en el Plioceno inferior.


La lista de angiospermas perennes paleotropicalesque son aquellas perennes de origen tropical o subtropical templado cálido que florecen y fructifican, es también muy extensa. Se destacan los géneros Alangium (Cornáceas)Buxus (Buxáceas), Castanopsis (Fagáceas perennes emparentadas con hayas y castaños), Cinnamomun (Lauráceas), Hedera (Araliáceas), Laurus (Lauráceas), Lithocarpus (Fagáceas), Litsea (Lauráceas), Magnolia (Magnoliáceas),Mastixia (Cornáceas), Neolitsea (Lauráceas), Nypa (Arecáceas o palmáceas, familia que viene del Cretácico superior, nacen junto a las arctoterciarias. Son angiospermas monocotiledóneas, es decir que su semilla no se divide al germinar. Las dicotiledóneas, si se divide, como son abedules, encinas, sauces, laurel, etc. ), Persea (Lauráceas), Phoenix (Arecáceas), Prunus (laurocerasus, como especia destacada. Familia Rosáceas), Quercus tipo lauroides (Fagáceas), Sassafras(Lauráceas), Symplocos (Symplocáceas), géneros de la de la familia Theaceae, Trigonobalanus (Fagáceas perennes emparentadas con hayas y castaños), Visnea (Pentaphylacáceas), etc.


Los géneros laurisílvicos efectivamente presentes en el archipiélago durante el terciario según los registros polínicos son: Symplocos, Engelhardia, Buxus, Laurus, Prunus, Ilex y Quercus lauroides, pero, dada la latitud de esas islas y su carácter caliente húmedo, es más que probable que muchas de ellas sin registro hubieran estado presentes también. 



Aunque es difícil de imaginar como fueron exactamente las masas boscosas del archipiélago durante esta etapa del terciario, con un clima templado en las montañas y cálido en las costas, habitualmente húmedo, podemos acercarnos a la idea de que bajo las altas cordilleras, habría montes de altura media con numerosos valles y ríos caudalosos serpenteando por doquier y que podrían estar, aproximadamente, entre unos 500 a unos 1.000 metros de altitud (lo que hoy sería el intervalo de altitud termo-meso mediterráneo). Estas zonas debieron estar repletas de árboles arctoterciarios frondosos entremezclados con las laurisilvas, en las fronteras de las partes más bajas de las montañas, donde ya se encontrarían los lagos y, finalmente, más abajo, las selvas morirían en las playas, acantilados y los manglares costeros. 


En cualquier caso, con los registros que tenemos en la mano y las diferentes especulaciones probables, de lo que sí podemos estar seguros es, sea como fuere, de la gran diversidad existente, la vida vegetal baja, de media y alta montaña en el archipiélago de aquellos tiempos, debió ser realmente espectacular. 



Conclusiones


Si, como dicen, hace 300 millones de años nos separamos de las plantas, aunque hayamos evolucionado después de manera distinta, somos esencialmente lo mismo porque compartimos con ellas los mismos ancestros. Este valor nos da la consciencia necesaria para darnos cuenta de la importancia de respetar el modo de las plantas al mismo nivel que nuestros mismos modos. Por ello, desde el enfoque de la Agricultura Natural, que mantiene un diálogo con la ancestralidad y la originalidad de todo acontecimiento, se hace insoslayable rescatar las cualidades originales de estas plantas antiguas que un día estuvieron en nuestras distintas tierras y ambientes. Se trata, en definitiva, de completar y sublimar el trabajo básico de la Agricultura Natural, en su sexto principio de bosque Natural de alimentos, que implica aprender a cultivar con silvestres, ejercitándose en el conocimiento amplio que estas contienen. Esta labor contribuye, además de a proveernos un alimento más auténtico, a colaborar con la memoria de los tiempos y a profundizar en los sentidos profundos de la misma vida.


El valor estimado de lo que hoy llamamos silvestre, es fundamental a la hora de replantearse un bosque Natural de alimentos, ya que nuestro alimento vegetal, está directa e indirectamente relacionado con ese ancestro silvestre, cuando aún no había siquiera humanos en esta tierra. Debemos entender que los humanos hemos modificado una buena parte de ese alimento, pero, en esencia, todo el alimento se nos fue dado, y ese gran regalo contiene un valor ancestral excepcional con características propias que no depende de nosotros, que son inviolables y que pertenece, exclusivamente, al hermoso misterio de la misma vida. 


Los frutos nacieron de las flores, y las plantas con flores, las angiospermas, nacieron de aquellas que no tienen flores, las gimnospermas. Si nos vamos a los 130 millones de años, que es cuando nacen las angiospermas y nos damos cuenta de que sus madres fueron las gimnospermas, entonces tomamos efectiva consciencia de que las jugosas frutas que hoy comemos, esas flores tan bellas que tanto nos atraen, etc., están emparentadas con todas aquellas que, aunque no nos aportan fruta jugosa alguna, contienen el potencial histórico del alimento y la medicina. Por ello, la importancia de las gimnospermas, la mayor parte silvestres, y las angiospermas silvestres de frutos no comestibles, es tan grande como pueden ser cualquiera de ellas de frutos comestibles para el humano. Aparte de la gran medicina que contienen las plantas silvestres, podemos también disfrutar de algunas de ellas que sí integran alimento en sus frutos, que, aunque no tan jugosos, son deliciosos más secos de gran valor, como son los piñones de los Pinus pinea, o los almencinos del Celtis australis, entre otros. 


La conclusión es que la separación radical con nuestros ancestros, genera exterminación y no produce más que pérdida de la identidad que todo lo que vive, con lo que la vida, sin su contacto ancestral, tiene excluido su proceso evolutivo natural. Este Jardín Natural botánico, con la colección presente y futura, se enfoca en evocar toda esa memoria histórica de nuestras plantas, desde su valor como alimento humano, así como también con su valor como alimento de la vida, pues ambos valores son, esencialmente, lo mismo y es por esa razón que necesitamos conjuntarlo en toda la armonía que sea posible. Tal conjunción nos da las primicias de la misma evolución auténtica, que es la nos lleva directamente a un futuro hermoso y digno para todos y para todo. 


Es nuestro interés para siguientes monografías de este jardín natural botánico, que se encuentra al sur de la Bética, seguir estudiando y expresando los diferentes aspectos y experiencias de las diferentes plantas. De momento, resaltar el gran interés por las arctoterciarias y una estimable curiosidad por las laurisilvas. Estas últimas desaparecieron con el enfriamiento natural de hace muchos millones años, en el comienzo de la segunda parte del terciario. Aún nos encontramos en el proceso natural de tal enfriamiento y durará, seguramente, otros millones de años más; con ello y aunque podamos adaptar algunas de las laurófilas de la Macaronesia y otras, entre las que se encuentran los Quercus perennifolios de hojas lauroides, como son los de la sección Cyclobalanopsis, sobre todo del subgénero Cerris, plantearse de manera estricta en Europa repoblaciones importantes y generalizadas con este tipo de plantas no tiene mucho sentido, salvo en lugares muy específicos y reducidos, y es por esa razón que sea tan relevante, en este sentido de repoblaciones, que debamos incluir, con cierta prioridad, los géneros arctoterciarios, en toda la extensión que sea posible, y le demos la oportunidad de reconectarse. Por supuesto, esto no significa que nos olvidemos de los taxones clásicos y conocidos perennifolios del bosque lauroide mediterráneo, que se destacan por los Quercus perennifolios y marcescentes actuales adaptados a climas secos estivales, y que son herederos directos de aquellos Quercus laurisílvicos anteriores mencionados, y que contienen otros laurófilos, también herederos de las laurisilvas, como los de la familia de las Oleaceae, tipo Olea, Ligustrum yPhyllirea, así como las Rhamnaceae, o las Ericaceae, que incluye géneros como Arbustus, entre otras familias, géneros, especies.


Existen arctoterciarias de climas propiamente templados, que son las las que hemos acudido siempre, dados nuestros fríos, pero también las hay templados cálidos, tal como hemos visto. Ante una posibilidad de mayor calentamiento, sin intervenciones antropocénicas directas sobre el clima, en su normal idiosincrasia, las lluvias retornarían con mayor intensidad, con lo que el Mediterráneo se volvería más húmedo, aunque conservando sus periodos estivales secos, tal como ha sucedido en otros interglaciares, que es donde estamos. En tales condiciones mediterráneas, muchas de aquellas arctoterciarias templadas y calientes, que vivieron un día en la Bética dentro del mar de Alborán, y que nos atraen tanto, podrían muy bien adaptarse a esas nuevas condiciones probables, con lo que se hace vital el estudio de estas, y no solo por el reconocimiento presente de los principios ancestrales pasados comentados, sino también para un adecuado reconocimiento hacia el futuro.