Estos temas han sido tratados extensamente en los libros de Vida
Natural Consciente, pero conviene repasarlos a menudo, para ir cortando
aquellos flecos sueltos que quedan todavía en la mente de algunas personas,
sobre todo, en las no afines a la AN.
El ser humano es pensante, no puede jamás dejar de serlo, intentar
anular esa parte sería ir en contra de la propia naturaleza humana, lo cuál
sería algo innatural. La cuestión entonces es el cómo, el por qué y la cualidad
y la cantidad de pensamiento que llevamos en la mochila y que seguimos fabricando. La “no discriminación”
fukuokiana no significaba el “no pensamiento”, sino en el pensar correcto, según
los términos naturales y conscientes. Este pensar correcto, para Fukuoka,
consistía en dejar de lado el análisis científico demoledor, dentro de la
acción agricultora, para dar paso a un devenir natural que confiaba en la naturaleza
y que permitía su propia expresión. Para las filosofías de VNC, se habla de una
templanza de esa parte analítica objetivista de la ciencia, para dar entrada a
una analítica sensible, conectada con la Naturaleza y su realización práctica, que compensan la otra parte y que no renuncian del todo a la parte necesaria objetiva; pero, sobre todo, que
siguen confiando y respetando también tal devenir natural y su expresión.
El conocimiento humano tiene unos parámetros de lógica para
considerar que tales o cuales razonamientos, son válidos o no lo son, y, suelen
ser determinantes para designar la realidad que vivimos, pero no son, necesariamente, absolutas. En los casos de algunas disciplinas deterministas extremas, sus
cauces son tremendamente alienantes, dentro del ámbito de la ciencia y de sus filosofías,
pues tienden a totalizar las determinaciones en forma de ley totalitaria, pretendiendo abarcar términos de veracidad y verdad, dejando el razonamiento lógico correcto y posible, anulado
a su propio antojo de ciencia o filosofía, es decir, con un conocimiento
absolutista, que no permite lo subjetivo ni lo objetivo flexible, apoyado en lo absolutamente objetivo.
Lo humanos, tras los excesos totalitarios de la segunda
guerra mundial, aprendimos –o debiéramos haber aprendido-, que ningún razonamiento
lógico, por muy validos que fuesen, debería considerarse como “verdad”, sino
que nos moveríamos en términos de realidad relativa, de razonamientos lógicos
correctos flexibles, fuesen estos objetivos o subjetivos, o ninguno o ambos; es decir, que siguen el canon lógico establecido, y que son
perfectamente válidos para determinados ámbitos, pero siempre abiertos a ser
cambiados, en un devenir natural y evolutivo, teniendo la subjetividad -relatividad-
en cuenta, aún con la objetividad necesaria. Esto ha sido defendido, y
ampliamente ensayado, desde aquella segunda guerra, por numerosos filósofos
estetas, entre los que me encuentro, y lo que se pretende es que ningún
razonamiento sea un absoluto que implique términos de verdad, sino que puedan
abarcar ámbitos flexibles de comprensión y acción dentro de una continuidad cambiante
posible.
Así, por ejemplo, ante una afirmación -determinista y
totalitaria- que expresa que “todo lo que existe es Naturaleza”, porque somos
naturaleza y por tanto nos incluye con todo el paquete; nosotros, razonamos, en
experiencia consciente y de naturaleza, que tal afirmación no es correcta -ni
verdad-, en tanto que, siendo así, se justificaría cualquier acción, y sabemos,
por comprensión y sentido básico, que no todo vale, que muchas acciones humanas
van contra la Naturaleza y la destruyen, por lo que debemos poner límite y
templanza a ese aspecto totalitario que piensa que todo lo que existe puede
inventarlo el humano y está en la responsabilidad humana, porque sabemos, por
experiencia y conocimiento, aparte de los criterios subjetivos comentados, que
hay un aspecto de la vida que no depende de nuestra absoluta voluntad. El
aspecto misterioso que hace que la vida se produzca por sí misma, sin nuestra
obstinada intervención.
En términos de Naturaleza y Consciencia, tales argumentos
que se expresan, contienen una única motivación. Que el humano pueda vivir sana
y armónicamente, en un ambiente sano y armónico también, respetando los ciclos
naturales tanto de una parte como de la otra, intentando siempre meditar cada
acción, para que este equilibrio entre naturaleza y humano se produzca y pueda
causar una mejora para ambos, aunque a veces pueda implicar cierto detrimento
en nuestras comodidades artificiales. El equilibrio llama a la templanza, así
que cualquier acción o pensamiento humanos, deben ser de tal cualidad para que
pueda cumplirse el esperado equilibrio.
Por todo ello, solo podemos considerarnos válidos y correctos,
si aprendemos a confiar en la naturaleza, que somos nosotros también,
siempre y cuando respetemos el camino que nos lleva a dejar expresar la
naturaleza no humana también, que es el origen de la misma vida. Debemos recordar
también, que lo que es tendente a la destrucción de forma absoluta, deja de ser,
por lo que no es una cualidad implícita y única en el ser, aunque exista ese
rasgo, en condiciones de relatividad, dentro de la naturaleza.
La AN no es una cuestión de fe, es una cuestión de comprensión
y confianza en lo que pensamos y realizamos en la practica por nosotros mismos,
por eso no tiene nombre, ni pertenece a nadie sino a todos, y está aquí y
ahora, con la mirada clara puesta en nuestra propia vida y la vida de nuestro
hábitat.