De las tradiciones babilónicas, pasando por los romanos y demás
culturas bárbaras del pasado hasta hoy, nos llega un concepto de
agricultura erróneo, en tanto que la deja sometida a la actividad económica y a
la producción de alimentos. Y digo erróneo, en el sentido de incompleto,
pues, toda actividad humana de campo, no tiene necesariamente que conllevar,
como objetivo esencial, economía y producción de alimentos, aunque sí lo
pueda implicar indirectamente, por necesidad y practicismo natural, o por la
natural interacción entre actividades diversas.
Lo que quiero decir es que, genéricamente, cualquier
actividad humana, por ejemplo, la lectura de libros, no tiene porqué estar
condicionada, primordialmente y en su ser mismo, a un objetivo económico o a
una producción, por lo tanto, no puede venir definida y fundamentada exclusivamente
con tales principios, pues, de ser así, no abarcaría suficientemente la
totalidad de su concepto; en este ejemplo, la lectura de libros es lo que es. Carecería
de todo sentido definir la lectura de libros, como aquella actividad económica humana
de leer, y eso no significa, sin embargo, que no pueda contener economía el
acto de leer libros cuando interactúa con otras actividades. Una buena
definición se distingue de otra incompleta o errónea, por la capacidad que
tiene, teniendo en cuenta sus ámbitos etimológicos heredados, de abarcar
todo su ámbito sin perder la esencia de su ser, y no por sometimiento, causa
de entorpecimiento, de otra actividad exclusiva que implica interés de esa
exclusividad. Lo económico o lo
productivo son ámbitos particulares, actividades concretas que no pueden abarcar
-o someter-, a toda actividad humana que atente sobre el principio fundamental
de su ser. Del mismo modo, ninguna actividad en concreto, puede abarcar a otro
tipo de actividad en su principio esencial.
Estas cualidades nacen gracias al correcto desarrollo de las
identidades propias necesarias de cada cosa, ya que, siendo así y por su propia
dinámica, estas clases de autonomías, que están en el ejercicio de abarcar
esencialmente toda su totalidad propia, conllevan, implícitamente, la interacción
y el respeto de cada actividad a las demás actividades, por la sencilla
razón de que, si es esencia, están conectadas unas con otras. La teoría estética
de la indeterminabilidad, que di vida hace como unos trece años, muestra
que, aunque nada se hace determinado para siempre -y con ello absoluto-, ya que
todo está en continuo movimiento, toda manifestación individual que se
determina coyunturalmente, contiene su propia y suficiente autonomía esencial.
La esencia de cada cosa se adquiere por la experiencia, siempre en evolución, y
es lo que le da el movimiento -la indeterminabilidad-, en función de cada
circunstancia devenida debido a su interacción con las demás manifestaciones
individuales. Adquirir en comprehensión, las diferentes esencias -particulares-,
es la aspiración de la indeterminabilidad y se conectan entonces en una sola
esencia -global, universal-; de esta manera, se asegura la convivencia entre
cualquier manifestación. Debido a la imperfección de la mente, toda
manifestación humana es interpretable, por ello está necesariamente
abocada a ser revisada continuamente con la intención de estar más cercana a la
perfección de la esencia universal que está conectada con todas las esencias
particulares.
Todo ello nos da facultad para que, en base a los
significados etimológicos y sin contradicción con las definiciones -determinaciones-de
la RAE y otros ámbitos con potestad de conocimiento del concepto, podamos puntualizar,
extender y completar las definiciones. El conocimiento no puede estar
medido por el antojo de determinados razonamientos, por muy lógicos que estos
sean a priori, por ello, debemos ser muy rigurosos con lo que exponemos y con
lo que está establecido desde miles de años, comprendiendo profundamente que podemos
intervenir en todo conocimiento siempre que lo hagamos cuidadosamente, sin
faltar a la esencia ya adquirida de su concepto, y esto es lo que asegura
que sean capaces de acercarse aún más a la esencia auténtica y universal de la que
están compuestos. Esta habilidad necesita de cierto lenguaje adiestrado, no se
puede hacer sin una base argumental digna y bien cotejada que no atente jamás
contra el sentido común y los saberes esenciales adquiridos desde milenios, que
no se pueden perder si queremos seguir evolucionando como humanos.
Con lo expresado, volvamos al tema que nos incumbe, que es
la agricultura, y la natural, por la vocación realizada. La Rae nos dice que agricultura
es el cultivo y la labranza de la tierra o el conjunto de técnicas relativos al
cultivo de la tierra. Por un lado, debemos advertir, tal como he desarrollado en
el Tratado de Agricultura Natural, dos cosas: primero, agricultura no
es sinónimo absoluto de cultivo y segundo, aunque en algunos aspectos
generales, la agricultura pueda contener labranza, no todo cultivo de la
tierra conlleva labranza. Por otro lado, la agricultura, aun conllevando un
conjunto de técnicas relativos al cultivo de la tierra, globalizarlo como técnica
de cultivo no alcanza la esencia de su ser, digamos que no contempla la totalidad
de su significado. Técnica de cultivo no lo es todo en agricultura, puesto que
existen muchos otros conocimientos prácticos, y no prácticos, relativos a la
agricultura, que no requieren cuestiones de cultivo o incluso de técnica. La agricultura
de sólo recolección, por ejemplo, podría requerir cierta técnica, sin
embargo, no implica cultivo. Del mismo modo, existen múltiples acciones de
campo que no corresponden necesariamente a un conocimiento técnico determinado,
sino a un conocimiento sensible o intuitivo que no puede ser encapsulado.
Yendo más lejos, existe también, dentro de nuestro ámbito de cultura natural
y vida dentro del campo -agro-, por tanto, dentro de la agricultura, una observación
y contemplación y una no acción que implica dejar hacer a la propia
Naturaleza.
Como vemos, la definición dada por la Rae, expresa un
escenario acotado que no corresponde con la esencia y la virtud de la
agricultura, por lo que es incompleta. Dijimos que no debíamos contradecir las definiciones
de los que se suponen que tienen potestad de conocimiento, sin embargo, pensemos
que no estamos contradiciéndola, sino completándola, intentando dotarle de
todas las características esenciales posibles. Eso sí, si es incompleto, es
erróneo en cuanto a definición y aquí puede conllevar un rasgo de contradicción,
pero si somos capaces también de incluir esas definiciones también, entonces no
las contradecimos.
Por tanto, de la misma manera que lo económico no es característica
esencial exclusiva de lo agricultural, tampoco lo son el cultivo, ni lo
técnico, ni la labranza. Comprendiendo esto, podemos entonces
abrirnos a esta nueva propuesta de definición de agricultura expuesta en el Tratado
de A.N.:
“Agri-cult-ura, como aquella actividad (ura), de campo
(agri), en el sentido de cultivar y de habitar a su vez (cult). Agricultura,
por tanto, implica, no sólo la acción de cultivo, sino la acción de
vida del habitar”
“Agricultura, desde el punto de vista amplio, es la base de
toda vida consciente de campo. Y contiene e implica, no sólo el simple manejo,
el cuidado y el cultivo de las plantas de forma consciente para obtener fruto
de ellas (sea este de alimento, medicamento, vestimenta, etc.) y sus
actividades derivadas, sino también, todo aquel conjunto de actividades
sobrevenidas para el sostenimiento de la propia vida consciente de campo -habitando
en él o no-.”
Por su parte, la Agricultura Natural entonces, se quedaría
definida igualmente con las mismas cualidades, pero sumando la premisa Natural en cada
una de ellas.
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