El principio básico de toda domesticación vegetal, es la
selección, el aislamiento relativo y conjuntado de plantas con las mismas
características. ¿Qué quiere esto decir? Pues que, sin tales condiciones, el
humano no podría haber obtenido los frutos que hoy día tenemos desde aquellos
tiempos lejanos de la desglaciación, hace más de 12.000 años, que fue cuando
comenzamos a domesticar las plantas.
Decimos que es aislamiento, en tanto que se intenta que no
se mezclen con otras especies similares que no nos interesa, y relativo y
conjuntado, porque, sin una cierta interacción con el medio, no se produce la
natural transformación y, sin un conjuntado, no damos preponderancia a las
características que buscamos. Sin embargo, pese a que estas fueron las bases
para una primera domesticación, desde unos pocos años a esta parte, la
domesticación racionalizada ha tocado sesgos absolutistas de máximo control,
donde tanto la selección, como el aislamiento, ha provocado una total
desnaturalización de las plantas.
Esta domesticación, que llamamos artificialista, con
transformaciones genéticas extremas, nos deja plantas absolutamente
dependientes de fertilizantes y fitosanitarios industriales, pues sin ellos, y
las condiciones de aislamiento y formas de cultivos que destruyen el medio, no
prosperarían. Esto es un problema muy grave, con consecuencias impredecibles y
que afecta a todos los humanos y, en particular, por supuesto, a los
agricultores naturales. Es por esta razón, que la AN se enfoca, de manera muy
concreta y fundamental, en la profunda comprensión y en la práctica directa de
la domesticación natural.
En los libros de Vida Natural Consciente, fueron presentados
los primeros acercamientos a la domesticación Natural. En el próximo Tratado de
Agricultura Natural, se verán extensamente, tanto desde el punto de vista
histórico, como desde el punto de vista actual, las maneras que la AN plantea
las soluciones al respecto.
En estos momentos, con lo que nos quedamos es que, sin una
adecuada naturalización de nuestras semillas, es absolutamente imposible
cultivar de forma natural. Mi experiencia me informa que, en demasiadas
ocasiones, incluso semillas llamadas “ecológicas”, no se adaptan tampoco a
nuestra clase de cultivo, por lo que es un gran reto para los agricultores
naturales, conseguir y conservar, las semillas de las plantas más antiguas y
autóctonas que sea posible, y adaptarlas a nuestro medio y nuestras formas de
cultivo.
Es tiempo de ir atesorando todas estas semillas y generar
realidades directas para la AN. Animo a todos los agricultores, de cualquier
índole ecológica, a cultivar, en la medida que sea posible, con sus propias
semillas, año tras año, y que las intercambien con otros agricultores, ya que
es esta una de las claves más importantes para poder generar un futuro mejor y
más saludable, tanto para la Naturaleza, como para nosotros mismos, pues somos
imagen y semejanza de nuestro medio.
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