Una vez que hemos obtenido un grado alto de tierra, a través de la incorporación de arboleda y las incorporaciones de plantas adecuadas, ya podemos ir plantando hortalizas de tal grado, como son las coles, por ejemplo.
La alfalfa es
una leguminosa altamente interesante para cultivar de forma natural, posee una
raíz profunda pivotante que permite la oxigenación y la incorporación de
nitrógeno a la tierra. Por las características particulares que tiene esta
planta, también permite desplazar otras posibles hierbas que pudiesen molestar
a nuestras hortalizas, y, además, sus tallos son un perfecto y abundante acolchado.
Una práctica, esta última, insoslayable para la protección, la salud y la
nutrición de nuestros cultivos. Recordamos que el acolchado en verde provee más
nitrógeno que carbono, y en seco, al revés. Otra de las grandes ventajas de la alfalfa para cultivo natural de hortalizas es que, durante el tiempo calurosos estivales, sus altas ramas protegen a nuestras plantitas que pusimos en la primavera y que durante el otoño, tomarán su partida mayor de crecimiento. El único trabajo que existe es segarlas y colcharlas cuidadosamente.
Durante el primer
año que esparcimos semillas de alfalfas en un lugar, las plantas se aprietan
mucho entre ellas y da la sensación de que no podemos poner ninguna hortaliza. Más lejos de
la realidad, al segundo año, podemos ya observar, cómo las alfalfas han dejado
espacios intermedios perfectos para poner nuestras delicadas plantitas.
En la imagen tenemos unas plantas de brécoles recién plantadas de la temporada del otoño, el ejemplar que vemos mayor, corresponde al año anterior, que aún nos dará fruto este año también. En esta zona ha sobrevivido como unos cuatro ejemplares. Nos servirán también para después ir realizándonos en la natural domesticación.
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