domingo, 23 de enero de 2022

No existe edad en la vida


Lo que damos a la Naturaleza es lo que recibimos. Mejor aún, Si Ella recibe vida de nosotros, obtenemos vida, pero mucho más de lo que dimos nosotros, pues la vida se multiplica por muchas veces, siendo ese su talante cuando se la alimenta respetando su estado natural.

Una tierra colindante a la finca principal, la hemos hecho nuestra responsabilidad y anexado a nuestro bosque Natural de alimentos. La encontramos desértica, ahora ya contiene más de una centena de plantas en sus primeros albores, preparadas para expandirse. Nuevos comienzos se aúnan con aquellos que ya fueron y se vivifican ahora con la misma intensidad de entonces. No existe edad en la vida, porque ella es eterna.

Ayer me levanté de noche y me fui directo a plantar un lindo alcornoque recién adquirido. Hacía frío, mis manos estaban tan congeladas y doloridas, que apenas podía tocar las piedras ni la tierra para hacer el hoyo. Con paciencia, poco a poco, pude acabar con éxito la labor. Levanté entonces la vista, y, de repente, un leve rayo de sol, que aparecía en el horizonte de las montañas del este, se incrustó en mis ojos y me hizo despertar, me quedé en contemplación. Había amanecido, tres amaneceres unidos, el sol con el árbol y conmigo. -buen augurio, pensé. En pocos minutos mi cuerpo se calentó gracias al amado sol.  


jueves, 20 de enero de 2022

Sobre la autosuficiencia natural relativa

 



Tal fue expresado en el libro 2 de Vida Natural Consciente: “la autosuficiencia absoluta no existe”, “no vivimos solos en este mundo, estamos en permanente interconexión con el resto de los humanos y nuestro medio”, “por eso, hablar de autosuficiencia, en sentido estricto, no tiene sentido alguno”.   


Sin embargo, con la mirada puesta en la Agricultura Natural y otras alternativas pro-naturaleza, podemos mantener una autosuficiencia relativa a un nivel muy satisfactorio y óptimo, pero contando con la ayuda y la necesaria interacción que podamos recibir de los demás y que podamos también prestar a los demás. Es ese un auténtico vivir dentro del intercambio y la cooperación de los agrohabitantes.   


Necesitamos pacificar los extremos, sean de la clase que sean, y aplicar la suficiente serenidad e introspección, para que nuestra devoción por la autosuficiencia, no devengue en frustración posterior y nos causemos más dificultades que beneficio. Es por ello que podemos afirmar que la autosuficiencia relativa es el descanso que nos permitimos ante toda devoción, de la misma manera que el retorno a uno mismo, significa también el descanso en lo colectivo. Ciertamente, aunque parezca contradictorio, en el ámbito de la vida natural -no artificialista-, la aspiración personal a la autosuficiencia, como tendencia de movimiento humano, implica, de alguna manera, una aspiración social también, una autosuficiencia social.  


Cuando la aspiración a ser autosuficiente intenta ser puramente individual y absoluta sobre sí misma, se convierte en algo extremo que da lugar a un individualismo en estado de supervivencia y rencor hacia el resto de la humanidad y no permite el descanso en la aceptación de que necesitamos también de los demás Si una ideología de autosuficiencia se vuelve absoluta, convierte a muchos seres en individuos ensimismados, incapaces de reconocer y ver que necesitan también de los demás; este es un hecho que nos llama, inevitablemente, a lo social, de ahí la aspiración a su relatividad, pero contiene también su flanco débil, ya que, por su insoslayable necesidad social, son características aprovechadas por el mismo artificialismo social, que lo sabe desarrollar muy bien y que debemos evitar a toda costa, pues es la cara oculta de la autosuficiencia engañosa.   

 

La autosuficiencia social es asunto muy delicado y hay que andar alertas ya que, abiertos necesariamente a lo social, podría ser muy fácil perder la propia visión de la autosuficiencia y, del mismo modo y en su extremo, podría conllevar la marca de ese radical dañino que perjudica sobremanera a los individuos que se quedan obligados, ante determinado totalitarismo, a aceptar un extraño individualismo con cara social que domina; en este caso, a aspirar a una embaucadora autosuficiencia, con un engaño soterrado de que es posible gracias a ese totalitarismo social.  


El artificialismo conoce perfectamente que necesitamos de los demás, por eso, los que lo promueven nos dicen: ¡Sed autosuficientes e individuales, el artificialismo os ayudará con poderosas máquinas, poderosos inventos, alimentos y medicinas creados artificiosamente para todos!... En la cara encubierta está el supra-enriquecimiento de sus magnates, el control totalitario a costa de una engañosa autosuficiencia colectiva que no es real autosuficiencia, sino la más pura dependencia y la destrucción de todo ser natural y de toda vida natural.   


La autosuficiencia real y relativa, como movimiento social, podría ser algo muy positivo, sin embargo, necesitamos también descansar del propio descanso que nos da lo social, necesitamos recordar que lo individual -que no individualismo-, es la base de toda autosuficiencia, aunque necesite de su social, no perdiendo la visión, dándonos cuenta también de cuáles son las cualidades de ese individual dentro de ese social. 

 

La verdadera revolución de la autosuficiencia natural y consciente, la que te hace realmente libre, es la no dependencia del consumo artificial, la aspiración a autosostenerse, alimentaria y medicinalmente, personal y socialmente, con productos naturales obtenidos por uno mismo, o intercambiados, el no estar amenazados por la “aparente” necesidad de lo sintético y artificioso, ni personal ni socialmente. La relatividad de la autosuficiencia real, es que no siempre podemos acceder a ella, necesitamos renuncias y aprender mucho y, además, tenemos que contar con la mínima artificialidad para poder llevarla a cabo en todos los procesos de transición. De ahí el octavo principio de la Agricultura Natural  

   

El comienzo a ello es el camino, y el camino deja estelas y experiencia. Ahí se unifican después seres humanos que viajaron también, entonces se socializan e intercambian, desde ese ámbito común. Con esta fuerza se puede llegar más allá, incluso, de lo alimentario y lo medicinal, para realizarse en la construcción natural, en sus enseres necesarios, en su mental, etc. Para ser un humano social que sea natural, justo y consciente, antes hay que saber ser uno mismo natural, justo y consciente, y esto requiere tolerancia con nuestro uno mismo, requiere un proceso de asimilación, requiere tiempo sin perder el objetivo. Ese es el verdadero sentido de la autosuficiencia relativa.   

 

domingo, 2 de enero de 2022

El último gesto

Yo fui artista plástico, ¡Vaya nombrecito tan descontextualizado para nuestras entendederas de hoy! Hay que comprender que, en el mundillo del arte, ser plástico es todo un honor, muy egocéntrico, no les quepa duda, pues evoca el sentimiento de la creación, de un determinado sujeto, elevado a su máximo exponencial. Pero, ¿de qué clase de creación estamos hablando? Lo diré en pocas palabras, hablamos de toda aquella acción pensada que, sin un aparente motivo de utilidad, coloca, ajusta, pone y arregla el humano, es decir, que genera artificios para un supuesto placer vivencial. En definitiva, si agudizamos con ojo atento y tal y como ya fue dicho en el Tratado de Agricultura Natural, es aquello que es artificial -de ahí la denominación de plástico- y se escenifica como ciencia generadora de cosas y fenómenos provenientes de la razón humana actuando sobre su medio, en el caso que mencionamos, para un uso de disfrute.

Hay que andar con mucho cuidado con esto porque la estética, como ciencia filosófica del arte que es, pasó las fronteras del disfrute hace ya muchos años, y el arte quedó entronado a ser algo más que el puro placer, pasando a formar parte del lo político, lo social, etc., de hecho, fue así como consiguió esta filosofía ser una entidad autónoma y configurar aspectos mucho más prácticos y generales. Y, yendo más lejos, fue así como, a través de diversas malinterpretaciones, como la estética llegó a ser cómplice, en algunos de sus aspectos malavenidos, de aquellos pensamientos destructivos de ciertos regímenes dictatoriales en tiempos de la segunda guerra. La clave peligrosa de todo ello:  la arbitrariedad que toda estética puede conllevar y que esconde, bajo patrones de racionalidad, una multiplicidad de intereses personales -subjetivos- que se proclaman, para un supuesto bien común, como ciencia de conocimiento.

Pues bien, dicho eso, les contaré que, después de pasar por múltiples salas de exposiciones, ya muy versado en los grandes conocimientos estéticos, escenificando mis “grandes” -absurdas- creaciones, y esperando, como es propio, en una carrera sin final, el reconocimiento que se espera de cualquiera que se dedica a ello, el momento esperado fue llegando poco a poco, y, con ello, el final para mi carrera artística.

Hubo un acontecimiento relevante que me gustaría contar y que pienso que es simbólico para lo que quiero decir hoy. Este acontecimiento fue que, mientras veía con desgracia, como mis compañeros de fatiga artistas, iban simulando toda clase de artificios tecnológico-visuales, para llegar al absurdo más estrepitoso, yo decidí, debido a mi inclinación más manual, pues yo era pintor, por encima de todo, y a mi devoción y prácticas directas con la Naturaleza, matar mi propio arte creando un único gesto; es decir, intenté que mis obras significasen el gesto más abreviado y concentrado posible, fácil, para escenificar lo más difícil y profundo, eso sí, que acabara con una obra tecnológica también. Con esa idea, elaboré lo que fue mi última serie de pinturas que, tras ser expuesta en varias salas de arte del norte de Europa, regresé de nuevo a España, con toda la ilusión del mundo, para mostrarla en mi propio país. La sala fue un museo de Cataluña, que tenía un espacio blanco, lindo y grande, de unos cien metros cuadrados.  Allí colgué mis diminutas obras de pocos gestos, acompañadas cada una, de una poesía y en un rincón puse un monitor con un video arte, simbolizando el final y la dura renuncia que nos lleva a la libertad. Bien, la inauguración fue como siempre, preciosa presentación, organización impecable, gentes entusiastas, periodistas interesados, cámaras grabando el importante evento, entrevistas y demás protocolos.

Sin embargo, a pesar de aquellas bondades, la sala daba la sensación, con tanto blanco y paredes vacías, que, en realidad, estaba completamente vacía de arte material. Yo pretendía que los observadores se acercaran mucho a ver ese gesto único y que percibieran la esencia del detalle matérico lleno de profundo concepto, pero esto lo vieron solo algunas personas. Lo que sucedió al final, fue lo de siempre, un interés desacerbado por mi persona -personaje- y muy poco interés real por lo que realmente quería expresar. Lo que en verdad se me repitió, pero esta vez con mucho dolor, fue un sentimiento de complicidad por un mundo que no me gustaba y, sobre todo, de profunda soledad y un desprecio por todo aquello que estaba haciendo.

Tras aquella experiencia, volví a mi campo, colgué los pinceles y los lienzos y me volqué de lleno a lo que más me gustaba hacer, que era cultivar las plantas y seguir la vía retirada de la Naturaleza, prometiéndome a mí mismo, no volver más a un escenario público artificialista, fuese de la clase que fuese. Así fue como me despedí del mundo artificialista, y así fue como comencé mi total entrega en la defensa de lo natural a través de la agricultura Natural y en la defensa de un humano mucho más adaptado a ello.

Lo que vivimos hoy, es la alegoría máxima del artificialismo más extremo jamás visto, veo con tristeza un escenario artificioso creado por unos pocos -muy pocos- “artistas tecnólogos” que intentan diseñar un mundo de tecnologías terribles que nos separan brutalmente, a fuerza de palos, de lo que realmente somos, pura Naturaleza. Ante el mundo que estamos viviendo, las buenas gentes, que son la gran mayoría, se preguntan y contestan: pero, ¿qué salida hay?, “ellos” son los expertos, no habrá más remedio que hacerles caso para salir de esta situación tan penosa que nos amenaza.  

A todos los que se hacen esta pregunta, desde mi más humilde opinión y con postura ideológica en la Agricultura Natural de Vida Natural Consciente, decirles que, además de que deberían preguntarse dónde está la amenaza en realidad, decirles también que una vez resuelta esa pregunta, de muy sencilla respuesta, si es sincera, no solo hay una salida muy clara, sino que existen múltiples salidas, como múltiples sujetos que somos, que no significan, en absoluto, la salida artificialista de una tecnología altamente peligrosa, que pone en jaque lo que somos verdaderamente y que pone en peligro real nuestra salud física y mental.

No existen salidas ante el artificialismo, usando un lenguaje artificialista, las salidas posibles ante esta barbarie que estamos viviendo, requiere un lenguaje mucho más sencillo, que posee un solo gesto sencillo, ese que te llama a la renuncia a lo que es artificial en extremo, dañino como todo extremo. Este gesto se llama LIBERTAD, con letras mayúsculas, se llama defensa de nuestros derechos plenos y de la legalidad constitucional y otras legalidades ganadas por la experiencia de muchos miles de años, que no debemos permitir que sean violados bajo ningún concepto y que están por encima de toda "pseudolegalidad", que es intencionalidad subjetiva u objetiva “cientifista” experimental, que son lo mismo, estética pura del mundo de las ideas, vamos. Y mucho menos, bajo la fuerza y la presión, con el emblema “el bien común”, pues ninguna ideología que sea buena para todos, usa ese emblema para forzar y quitar primeramente derechos a todos, con la premisa de sólo ganar la libertad bajo sus determinados preceptos, que, además de ser muy sufrientes para todos -lo que no genera bien alguno-, son altamente discutibles con bases muy potentes de conocimiento, tanto científico, como filosófico, como ético. De hecho, de esto precisamente habla el último artículo -creo recordar que es el último-, de la Declaración Universal de derechos humanos, donde se salvaguarda esta posibilidad. 

Se llama, en definitiva, rechazo contundente al artificio que destruye la Naturaleza con toda su bondad. Y este rechazo, significa una renuncia importante, pues nos requiere confiar en la Naturaleza y replantearnos lo que somos ahora y quienes somos en realidad. Hace falta para ello, colgar los pinceles artificialistas, pegar un auténtico y valiente salto y CONFIAR EN LA NATURALEZA Y NUESTRA LEGALIDAD GANADA,  que somos nosotros mismos en manifestación de voluntad natural, pues Ella es la única que tiene las respuestas, siendo nosotros sus traductores. Eso es ya otro lenguaje, ahí comienza un mundo renovado que lleva implícito los valores éticos merecidos, con un nuevo conocimiento amplio, que es comprensivo, tolerante y dialogante. Por el amor de la Naturaleza, seamos todos bienvenidos a ese mundo renovado más natural y más consciente.