lunes, 27 de diciembre de 2021

El alma en su jardín

 

Para los antiguos egipcios, de hace más de 3.500 años, en el más allá, el jardín del difunto permanece con él. Así reza en las paredes de las tumbas:

“Entrar y salir de mi tumba, refrescarme a su sombra, beber el agua de mi estanque cada día, que sean firmes todos mis miembros, que el agua del Nilo me dé el alimento de mis ofrendas, verduras, según las estaciones, que me pasee por los vergeles de mi estanque cada día indefinidamente, que se pose mi alma sobre el follaje de los árboles que he plantado, que me refresque bajo mis árboles, que coma el pan que dan”

Que nos sirva de inspiración, a los agricultores naturales de hoy, estas bellas palabras, sabiendo que nuestro hacer en la Naturaleza, es un acto de amor hacia ella y hacia nosotros mismos. Por ley inmutable de causa y resultado, lo que damos en esta tierra, para ella misma y todos los seres vivos que hay en ella, nuestros esfuerzos por embellecerla y llenarla de vida, es lo que ella tendrá y lo que tendremos nosotros.

Lo que importa no es el esfuerzo que hacemos en la Naturaleza, o las dificultades con las que nos encontramos, pues es un trabajo que nos colma de alegría y virtud, sino lo que dejamos como legado, presente y futuro. Cada vez que un agricultor natural posa sus manos y todo su espíritu en la tierra, el universo se satisface infinitamente y nos lo hace llegar, multiplicado por millones de veces, a través del gran tesoro de su alimento espiritual y material. Es a este acontecimiento al que debemos acogernos, sintiendo el mayor regocijo que existe en este mundo; de esta manera, compensamos las fuerzas externas que destruyen la vida, que trabajan, con ignorancia supina, para la no vida.  

La “gran madre”, así llamé a este ejemplar de roble andaluz -Quercus canariensis-, que planté hace como unos dieciocho años. Entonces, no superaba un dedo de grosor y apenas una palma de mi mano. Hoy, abrazo ampliamente su tronco con mis dos brazos que pronto no podré alcanzar su circunferencia y su tamaño de ancho y alto supera los ocho metros. Este lugar se ha convertido para mi y los que viven conmigo, en un lugar sagrado. Su energía es muy poderosa para todo el que se acerca a ella, tal como son sus raíces en la tierra que tocan y sus hojas en los aires que alcanza.

A la sombra y luz de la “gran madre”, conviven diversas especies de plantas, algunas introducidas y otras venidas por la magia naturaleza. Por mencionar algunas de las plantas de coberturas, encontramos la enredadera vinca pervinca, berzas, dientes de león, lavandas y romeros, aloes, etc. Y en las arboledas que este roble madre toca directamente en los aires, contemplamos un níspero, varios almendros, un olmo de Siberia, un arce pseudoplátano, un cornejo, un durillo, varios pitosporum, dos alcornoques, un arce negundo, varios madroños, dos perales, …; ¡Oh!, que apenas nos alejamos de su centro, internándonos en el resto del bosque, y casi olvidamos que es su centro de vida, la causa origen expansiva de todo aquello que este árbol parece no tocar… Todo está tan conectado en este bosque Natural de alimentos, mismo jardín del Edén, que incluso, en sus rincones más alejados, la “gran madre” convive, ama y protege.

Que no se nos olvide nunca, nuestro paso por esta vida solo tiene un sentido: obrar en virtud de vida para la Naturaleza y para todos los seres que contiene. Nuestras acciones en Ella, son la misma realidad que dejamos aquí y que encontraremos allí, tanto para los demás como para nosotros mismos.

¡Felices años y mundos nuevos!


jueves, 23 de diciembre de 2021

Alimentemos la vida y la salud

 

Cuando plantamos una semilla en la tierra y le damos sus condiciones necesarias de agua, de calor, de aire y de nuestra energía propia, el universo entero conspira para que la fuerza de la vida se manifieste por sí misma. Nosotros, como vida que somos, tenemos la voluntad para generar tales condiciones, pero, en realidad, únicamente somos un elemento más.

La Tabla Natural Consciente de la Tierra Filosofal, nos dice que la auténtica quinta esencia se encuentra en alimentar la vida; y, alimentarla para que esta se manifieste impecable, con todo su impulso, requiere de un sencillo acto de agradecimiento y confianza.  Sin agradecimiento, no podemos entregar nuestra fuerza amorosa que cuida el acto de sembrar vida, y eso, nos dota de una confianza plena en la vida.

Todos los seres vivos tenemos una responsabilidad con nuestro vivir y con el vivir de todo lo que nos rodea. Como promotores de vida que somos, debemos, si queremos seguir alimentándola, que actuar en consecuencia con ella. Veámoslo con un ejemplo: Si yo padre miedoso de la enfermedad y la muerte, tengo hijos sanos sin miedo que rebrotan vida, y sin sentir agradecimiento por lo que ya tienen y expresan, los persigo continuamente para comprobar su temperatura, les pongo máscaras que le impiden respirar, para que no se contagien de los gérmenes naturales, les inoculo diversos medicamentos tóxicos innecesarios, cambiándoles, incluso, hasta su estructura genética imaginando una gran variedad de malas suertes, etc., y no les permito, en definitiva, vivir en paz y libertad, ¿qué estoy provocando en ellos? Pues estoy provocando que esos maravillosos seres, padezcan diferentes tipos de enfermedad, tanto mentales como físicas; enfermedades, que, por su propia naturaleza y circunstancia, no tienen; con lo que les estoy acercando a la muerte y no a la vida, en un acto total de absoluta irresponsabilidad.  Alimentar la vida es cuidar, es agradecer en un sentimiento de compensación, se trata del más puro acto de amor. Y eso implica que el que recibe tales bondades, siente lo mismo y es por eso que se genera en vida, para más vida compartida. La vida es felicidad, es libertad, es alegría, …, conjunta todas las virtudes posibles, y jamás podrá venir de la mano de la amenaza, del miedo, de la presión, de…, pues estas son las fuentes de la enfermedad y la muerte.

Con las plantas sucede lo mismo, si yo actúo obsesivamente con mis recién nacidas plantitas protegiéndolas en exceso del viento y el frío, dejándoles sin apenas aire, inoculándole toda suerte de químicos fertilizantes y antiplagas, etc., no permitiéndolas que se desarrollen en su natural circunstancia, lo que estoy haciendo es acercándolas a la muerte, estoy impidiendo que vivan sanamente; con lo que, finalmente, me encontraré con plantas enfermas, dependientes de mi control absoluto.

Lo que es natural, en su más amplio espectro de multitud de posibilidades positivas y evolutivas, alimenta la vida, pues respeta y cuida lo que es dado por su propia naturaleza. Si observamos el término artificial, vemos que, en sus primeras instancias, no tiene porqué oponerse a natural, en tanto que artificio es aquello creado por el humano y este podría ser adecuado para la Naturaleza, es por eso que, dentro de la A.N. de Vida Natural Consciente, hablamos de la posibilidad de natural artificialidad. La cuestión relevante radica en saber que lo artificial en grado preponderante -como podría pasar como cualquier otro elemento, exceso de agua, por ejemplo, o de fuego, o de aire-, crea enfermedad de naturaleza, pues la enfermedad, que es la no salud, se genera precisamente por eso. Esta enfermedad de la que hablamos ahora, se llama artificialismo, por exceso de preponderancia artificial. Si deseamos curarnos de tal enfermedad, para no llegar a separarnos de la Naturaleza a tal nivel que dejemos de ser Naturaleza, y, con ello, dejemos de ser, sencillamente, debemos disminuir la fuerza de tal preponderancia. Recordemos que es conocimiento ancestral y esencial de ciencia médica y universal, que toda enfermedad, siendo tendencia a la muerte, para evitarla, o al menos no fomentarla, es necesario templar la fuerza de su preponderancia, tal como ya se explica profusamente en la Tabla Natural Consciente.

Estimados lectores, pongamos fuerza a un mundo más natural y consciente. Un presente y futuro cercano evolutivo, está en nuestras manos con una simple decisión ¡Alimentemos la vida y la salud!

Felices fiestas.


miércoles, 22 de diciembre de 2021

Ser o no ser Naturaleza está en nuestras manos

 Es de conocimiento universal insoslayable, que todos los seres vivos de esta tierra, nos hacemos a imagen y semejanza de nuestro medio. Tanto las naturales circunstancias, como las artificiales circunstancias del medio al que estamos expuestos, provocan cambios naturales en nuestra manera de ser que nos permite estar adaptados a esas nuevas condiciones y así nos transformarnos con la misma idiosincrasia. Esta es la gran capacidad de la vida, que, por sí misma, tiene la fuerza propia para provocar las mutaciones necesarias, dentro de todo ser vivo, para que siga siendo vivo. Esa capacidad se encuentra en nuestro impulso natural inmunológico, que posee su potencial adaptador, presente y hacia el futuro, con todo el historial de nuestra información genética pasada. Eso es lo que ha permitido que, a través de millones de años, aún estemos aquí, eso es el concepto de evolución, desde el punto de vista biológico.  

Dicho esto, y considerando que nuestras acciones son causa directa de cambios en nuestra información genética y en nuestras condiciones presentes y futuras, la pregunta que nos vamos a hacer hoy es: ¿qué clase de evolución queremos para la humanidad y cómo nos afecta, o podría afectar, tal o cual clase de evolución?

Antes de comenzar esta reflexión, debemos expresar con mucha claridad, que todo cambio esencial que la humanidad haga sobre sí misma, debería estar previamente dialogada y consensuada desde todos y cada uno de los ámbitos del conocimiento, y no solo impuesta, tal como estamos viviendo y sean las causas que sean, desde la ciencia tecnológica artificialista, que está mostrando ser pseudociencia con tal comportamiento.  Cambios esenciales, sobre todo si hablamos del ámbito genético, así como el social, el de naturaleza, etc., tocan los pilares de la ética humana, por ello, todas las ciencias -filosofía, medicinas naturales, biologías y otras ciencias de la naturaleza, antropología, sociología, espiritualidad, entre otras muchas-, deben alzar su voz con fuerza y provocar un diálogo importante antes de que sea demasiado tarde. Desde mi humilde posición, que el presente artículo, sirva de llamamiento para alcen voz, todas aquellas personas responsables y capaces de todas las ciencias existentes.  

 

Una planta es un ser vivo biológicamente igual que nosotros, como cualquier otro ser vivo. Llevo investigando muchos años, en teoría y en práctica, el comportamiento de las plantas en el medio y he concluido resultados muy trascendentes para el tema que estamos tocando. Una de mis investigaciones, ha sido intentar adaptar plantas hortícolas, con modificaciones genéticas artificiales, a condiciones naturales, para ver si son o no reversibles. Es decir, lo que he intentado es cultivar plantas que fueron creadas artificialmente, en condiciones de medio natural y dotadas de ayuda con el acompañamiento e hibridación natural de otras no modificadas, para ver si las primeras podían revertir sus condiciones artificiales y podrían adaptarse a un medio natural. Debemos advertir que la mayor parte del alimento vegetal que comemos hoy día, viene de esas plantas modificadas artificialmente, con lo que, ya sólo con eso, indirectamente, ya estamos produciendo un cambio genético en los cuerpos humanos.

Después de años en tal investigación, he tomado la conclusión final de que para los casos de domesticación artificialista extrema, necesitaríamos quizás, de ser posible y con mucho empeño, cientos de años para que una planta de esas características, pudiese revertir sus condiciones artificiales. Esto quiere decir que las modificaciones artificiales genéticas en las plantas, y aun peor, la transgenia, las hace tan débiles ante las condiciones naturales, que enferman gravemente y no sobreviven, salvo que les administremos permanentemente modificaciones y productos sintéticos; y lo más preocupante, dichas plantas, a corto y medio plazo, están completamente incapacitadas para volver a ser lo que eran de forma natural.  En definitiva, las plantas con modificación genética artificial, son absolutamente dependientes de los antiplagas y de los abonos químicos, así como de modificaciones posteriores permanentes y no son capaces de vivir, por sí mismas, en un medio natural.

Mi experiencia es la Agricultura Natural, y puedo afirmar, con bastante certeza y muchos compañeros podrían hacer lo mismo, que tales modificaciones en las plantas, provocan ya un cambio indirecto suficientemente sustancial en los seres humanos y en el medio que le rodea -alimento, aire, aguas, etc,..-, que se hace cada día realmente más difícil el retorno al medio natural. El problema es que sin naturaleza nada somos, pues la vida se conforma por sí misma, y ningún ordenador, ni inteligencia artificial, o laboratorio, jamás podrá tomar esa mano. Se trata de un atentado contra la vida, se trata, ni más ni menos, que de destruir la vida. Si queremos que nuestras plantas sigan siendo naturaleza, para ellas y para nosotros, tal cual son, según la fuerza propia de la vida y nuestra natural y consciente intervención, la conservación de semillas no modificadas genéticamente de forma artificial y su cultivo natural que respeta profundamente el medio desde todos los lados, se hace primordial e importantísimo.

Debo repetir, como tantas veces ya hemos visto en nuestros ámbitos, que una planta naturalmente conformada, o como resultado de un cultivo natural y su consecuente domesticación natural, es muchísimo más resistente a cualquier enfermedad devenida, no hay plaga que pueda suceder, salvo la natural, que conlleve algún desastre general irreparable. No ocurre esto, sin embargo, con plantaciones artificiales, ante las plagas naturales devenidas, que pueden llegar a destruirlas todas. Esto quiere decir que lo naturalmente creado, que todo lo que nos rodea con su propia idiosincrasia, solo puede suponer un peligro para situaciones artificiales extremas, peligro en tanto que falto de vida natural, lo cual produce las paradoja de doble destrucción.

Y ahora, después de todas estas argumentaciones probadas en experiencia, siendo ello de la más pura ciencia, consideremos la modificación genética generalizada de humanos, indirecta, a través de la artificialización extrema del medio, con agentes artificiales creados que conviven con todos los seres vivos, o a través de la introducción directa, también generalizada, de genética artificial. Esta pescadilla que se muerde la cola, donde se provoca una artificialización de los seres vivos a tal nivel que no los hace naturalmente inmunes, sino artificialmente inmunes, y con ello, absolutamente dependientes, es perfectamente comparable con lo que sucede con las plantas. Mantengamos atención a un solo detalle, que no se nos escape, el aislamiento de plantas, para mantener la homogeneización genética, es la base de toda domesticación, si una planta con modificación leve genética, aún siendo artificial, toma contacto con un medio natural, su genética cambiaría inmediatamente en positivo a la Naturaleza y volvería a tener todo su potencial inmunológico intacto con muy poco esfuerzo, sin embargo, si la modificación es continua, dependiente y grave, es altamente probable que no podría sobrevivir en tales condiciones ambientales, por lo que el aislamiento total de medio, sería la única posible salida, que es lo que está sucediendo actualmente con los cultivos artificialistas, extensivos e intensivos. Observemos bien esta analogía y no perdamos de vista, en ningún momento, que, aunque con características propias, somos biológicamente iguales que las plantas. 

Insistimos en que todo este asunto nos afecta a todos por igual, y debemos hacer una reflexión muy elevada y fomentar el máximo diálogo en torno a ello desde todas las ciencias posibles, para tomar consciencia real de qué clase de ser humano queremos construir. Aún estamos a tiempo de retornar a la naturaleza y de volver a ser quienes somos en verdad dentro de una evolución natural, o bien aceptar dejar de serlo para convertirnos en seres artificiales absolutos, totalmente alejados de la naturaleza original, y con ello, provocar una clara destrucción futura de nosotros mismos pues somos pura naturaleza y sin ella no somos nada. La dirección que tomemos depende exclusivamente de nosotros. Pensemos, sintamos y actuemos con consciencia.

Nota: En la imagen de hoy podemos observar una almáciga con mostaza japonesa. Se puede apreciar agujeritos de animalillos que la han comido. Sería un problema si las mantengo aisladas, sin embargo, no siendo así, ningún problema, pasado unas semanas, cuando las lluvias hagan aparecer las mostazas silvestres y otras, desaparecerán por si solas. Eso es lo que llamamos la fuerza de la inmunidad natural colectiva. 

jueves, 16 de diciembre de 2021

Permitid que nos contagiemos de salud

 

El sistema político y todos los medios de comunicación oficiales, amparados en las sentencias y previsiones de las autoridades sanitarias, nos dicen que las poblaciones de personas -que no necesitan tratamiento alguno por el Covid-19 debido que poseen una buena capacidad natural inmunológica y, por ellos mismos, no corren apenas riesgo alguno con dicha enfermedad-, estas son: niños, adolescentes, la gran parte de los jóvenes y muchos mayores, sanos todos ellos, son un problema a solventar, según palabras del ECDC.

Con estos precedentes, argumentan ­-a un nivel sin precedentes de persecución, denigración y discriminación-, que tales personas sanas deben medicarse, es decir, que, aun contando con una salud impecable y sin peligro natural alguno para ellos, se les considera una amenaza para los que están más débiles, porque, tal como ellos esgrimen: son un “reservorio de virus” peligrosos para las poblaciones débiles.

Agudicemos el sentido común más elemental, ¿es esto cierto de que las “autoridades” sanitarias, nos fuerzan a poner en riesgo peligroso y evidente a esas poblaciones sanas -se conocen sobradamente los potenciales efectos secundarios peligrosos de esta llamada medicina, génica y química, del mismo modo, se conoce que las personas sanas no contagian nada salvo salud-, para, supuestamente, salvar a los más débiles? ¿de verdad que es esto cierto, o es un espantoso sueño?

No sé, pero a mi me parece que esto viola la ética más básica. Yo, hombre “débil” ya mayor, jamás pondré voluntariamente en peligro a un hijo mío para, quizás –, salvar mi propia vida.

Con todo ello, de la parte que me corresponde como ser humano, desde la Agricultura Natural de Vida Natural Consciente, sólo puedo expresar mi negativa y rechazo a supuesta “medicina” química transgénica, aplicada a toda Naturaleza viva sana expresada: aguas, tierras, fuegos y aires, plantas, animales y humanos fuertes. Creo y confío en la vida, creo y confío en la Naturaleza, nadie jamás podrá destruirla mientras haya un solo ser vivo en este mundo que crea y confíe en ella. Los seres de la Naturaleza no somos ordenadores que fallan, no necesitamos crear ningún antivirus químico-génico para que nuestra vida sea saludable.

Permitidme que me contagie de salud, que abrace a mis hijos y mis seres queridos, permitidme sentir el contagio libre del aire sano y de cada uno de los demás elementos -del sol y las aguas puras-, permitidnos que nos contagiemos de la salud de los seres de esta tierra, permitid que nos contagiemos de esa paz implícita de la salud natural, que nos contagiemos de naturaleza viva, que nos contagiemos de fortaleza para nuestros cuerpos, en el trabajo de las tierras, al contacto pleno de nuestros seres queridos. Permitidnos que nuestras sonrisas y felicidades corran por cada poro de nuestro cuerpo y nos contagiemos todos de ello, sin amenazas ni miedos, permitidnos, a mí a mis hijos y a todos los padres e hijos, ser contagiados de libertad, expresarnos tal como queremos vivir, que nadie, con una ética natural consciente, puede hacer un daño esencial a nadie, sino el más profundo bien. Permitidnos a los más débiles, aun con el sufrimiento y la dureza que eso conlleva, que aceptemos la enfermedad y la muerte naturales, como un proceso insoslayable natural de la vida. Salud para todos y todo, es ese nuestro único deseo y motivación.  

lunes, 6 de diciembre de 2021

La inalienable fuerza Natural de la vida

 

Tal como ya fue mostrado en el Tratado de Agricultura Natural, la Agricultura Natural (A.N.) tuvo origen en los mismos inicios de la humanidad; y distinguimos tres clases a lo largo de toda nuestra historia: la A.N. de cultivo, A.N. de precultivo y la A.N. de sola recolección. Aunque nunca estuvieron separadas del todo, con la aparición de la agricultura artificial, las de precultivo y sóla recolección quedaron casi en el olvido. Hoy, la A.N. moderna integra a las tres, intentando rescatar los grandes conocimientos olvidados y adaptándolos a las condiciones actuales.

Allá por el neolítico incipiente, y con los cambios climáticos más favorables, se comenzaron las primeras incursiones de la Agricultura Natural de precultivo. La Naturaleza, con su misteriosa fuerza de vida, empezó a mostrar plantas que daban alimento rico y fácil, como el trigo, la cebada, el garbanzo, entre otras muchas; y aquel acontecimiento fue aprovechado por los humanos, para irlos precultivando con la intención de facilitar su recolección y ganar alimento con la conservación.

De entre aquellos alimentos-frutos, procedentes de árboles, más antiguos consumidos en Oriente medio, fueron las bellotas dulces de los Quercus, así como también lo fueron los pistachos y los almendros. Para nuestra mente de hoy, pensar en precultivos tan arcaicos de estos últimos frutales, nos resulta un poco asombroso, a sabiendas de la dificultad que contienen los necesarios injertos para obtener frutos dulces.

Lo cierto es que, en unos principios, aquellos primeros árboles de frutos dulces, vinieron desde la más absoluta voluntad natural. Gracias a esa fuerza misteriosa devenida, que el humano jamás podrá dominar con sus medios artificiales -por mucho que se empeñe-, la almendra amarga, por ejemplo, se transformó en frutos dulces en algunos pocos ejemplares silvestres. Sin embargo, a pesar de tal bondad, aquellas semillas dulces, al ser plantadas volvían a su amargor original generalizado, con lo que el humano, dado el tesoro que contenían los dulces, decidió poner toda su mente para poder conservarlos sin tener que esforzarse en ir probando los amargos. Y así, con todo el mimo y el conocimiento intuitivo original, fue como nació la domesticación primera y, con ello, el injerto.  

En la imagen que os muestro en esta publicación, podemos apreciar un almendro silvestre dulce nacido de la maravillosa y poderosa genética inalienable de la Naturaleza. La gran causalidad, hizo que una almendra cayera al suelo y, por sí mismo, naciera un arbolito en el borde de un bosquete de cedro y cipreses, entre otros, que sí fue plantado con mis manos.

No dejamos de recordarnos que, aunque no podamos abandonarnos de forma absoluta a la fuerza misteriosa, porque de esta manera, no podríamos sobrevivir como humanos, sí que podemos integrarnos profundamente con ella y comprender el gran misterio que contiene de manera desarrollada, incluyendo nuestros aspectos más propios. Es este el designio de la A.N., pero hemos también de saber que, para que eso ocurra, debemos respetar adecuada y naturalmente, con consciencia sensible-analítica, la voluntad de la fuerza misteriosa sin nuestra impecinada intervención que aspira inútilmente a controlarlo todo. La fuerza natural de la vida, con todas sus incidencias en este mundo, jamás podrá ser controlada, y toda intención osada de querer controlarla con artificialismos devenidos, incluso a la fuerza, en base a un engañoso "beneficio común" de la humanidad, solo traerá destrucción e impulso contrario a la propia vida.  Ella es inalienable e incontrolable, es absolutamente misteriosa y sólo puede ser realizada, aceptando su voluntad, confiando en ella y fomentándola bajo el respeto más profundo de su propio ser.