martes, 9 de enero de 2024

El imprescindible cinturón verde de protección de nuestros bosques y parques



Mi proyecto nació hace veinte años, en el año 2003, cuando abandoné la ciudad y adquirí una pequeña finca de un poco más de media hectárea al borde del Parque Natural de la Sierra Tejeda. Me encontré con unos bancales abandonados, algunos olivos y almendros dispersos y un “desierto” de jaras, matagallos, bolinas, retamas y otras especies de su clase. Mi primer árbol plantado fue una encina que a los pocos años murió, pero sorprendentemente rebrotó de tronco y hoy día es un ejemplar joven y adulto magnífico que da frutos de bellotas dulces deliciosas. 


Desde entonces, no he parado de reforestar en este lugar hasta conseguir un humilde bosque, pero denso y lindo que contiene más de 150 especies de árboles (silvestres y alimentarios) y otra gran cantidad de arbustos y otras plantas. En todo este proceso, he tratado de combinar las plantas alimentarias con las silvestres, intentando conseguir un equilibrio entre ambas y dándome cuenta que, sin esa parte silvestre, la parte alimentaria nunca hubiera sobrevivido bien, salvo que hubiera cogido los sistemas clásicos de arado, fertilizantes y otros artificialismos. Funcionó muy bien y fue lo que me dio las fuerzas para escribir mis libros y dedicarme a la promoción de la Agricultura Natural.


Ha sido un esfuerzo constante y he necesitado invertir mucho tiempo y prácticamente todos mis recursos en ello. Aunque sin apoyo alguno y sufriendo la soledad y los inconvenientes propios, me ha encantado hacerlo y sigo realmente encantado. No paro de sentir gran satisfacción por haber sido participe directo de un lugar donde hoy se puede viajar a través del tiempo, desde hace millones de años, integrando muchas de las especies vegetales del hemisferio Norte que recorrieron todas las tierras, cuando las hubo; pero siento que es el momento, ya crucial, de empezar a ser mucho más conscientes, todos, de lo que necesitamos reflexionar, tanto los agricultores como los forestales. 


En el último año, especialmente en las tierras donde vivo, donde, todo sea dicho, hay muchísima actividad aérea y una macro industria de turismo y cultivos tropicales “salvajes”, ha habido lamentables pérdidas de bosques que estaban muy establecidos desde hacía muchísimos años. He observado que, salvo algunas excepciones, las muertes se han producido justo en los bordes de los bosques donde hay contacto, o bien, con cultivos irrespetuosos, o bien, con auténticos desiertos abandonados. La experiencia me confirma que solo hay una manera de evitar males mayores y es proteger a esos bosques ya establecidos. Y la forma de protegerlos es que, en esos bordes, se practique una agricultura mucho más respetuosa, a ser posible, natural, y se reforesten de especies arbóreas más xerófilas combinadas con las potenciales, que son, mayoritariamente y entre otros, los Quercus.  En otras palabras, necesitamos crear un cinturón verde de protección en los bordes de nuestros bosques y parques naturales.   


En la actualidad, cuento con una responsabilidad de campo de una hectárea y media alargada que ocupa un pequeño cinturón que va desde el mismo parque hasta una cañada muy cercana al pueblo de Sedella, donde se conserva milagrosamente un bosque autóctono de almeces, de los poquísimos que quedan en la comarca. Las partes bajas de mis fincas que llegan a los almeces, las tengo muy protegidas y se repueblan cada año solas de pequeños ejemplares, más lo que yo voy poniendo, sin embargo, en la misma cañada y los bancales periféricos, de momento, solo hay algunos destrozos insalvables y, en los mejores de los casos, abandonos, y esperemos que sigan estándolos, o vengan gentes nuevas muy conscientes de lo que tienen en sus manos. 

  

Recientemente, en la parte del parque natural que casi linda con mi finca alta, que es la antigua, ha venido un nuevo propietario que, no sólo está dispuesto a continuar con el cinturón verde que trabajo en mis fincas, sino que ya se ha puesto manos a la obra. Lo cual es una inmensa alegría porque, uniendo nuestras fincas y pequeños trozos del parque, podríamos conseguir un soñado cinturón que llegaría hasta el llamado camping, justo donde hay muerte masiva de arboleda de encinas, pinos resineros y piñoneros. 


Todo el esfuerzo privado que hagamos los particulares desde los aledaños es poco y aprovecho este artículo para dar las gracias a varias personas que altruistamente han financiado árboles para reforestar, pero necesitamos también de apoyos oficiales, desde ayuntamientos y responsables de los parques, que puedan responsabilizarse, como es su trabajo, de todas las zonas que están absolutamente abandonadas desde hace demasiados años. Se hace vital, dada la situación actual, que estos organismos se ocupen fehacientemente de este problema en los espacios de su responsabilidad, así como que promocionen, informen y apoyen a todos los agricultores cercanos y, sobre todo, que nos apoyen a las personas que estamos entregando nuestra vida en ello y ya nos encontramos con muy pocos medios para continuar.  


Ojalá que un día nuestros hijos y nietos puedan disfrutar de estos esfuerzos que hacemos hoy. En realidad es muy simple, todo comienza con un pequeño arbolillo que cuidar, como este alcornoque que muestro en la foto.