viernes, 24 de noviembre de 2023

Sobre el sentido de la vida en la naturaleza

 

Desde que existe la vida, la naturaleza es salvaje. El espíritu de supervivencia, con el enfrentamiento entre la vida y la muerte, de la fuerza y la debilidad, ha permitido que todos los seres vivos de esta tierra puedan sobrevivir. Los seres vivos han tenido que luchar, desde siempre, para mantenerse en la vida, sin embargo, la supervivencia, aún con ese dolor y esa muerte, no implicó siempre maldad, en sí misma, ya que solo se usaba por la necesidad natural de comer y reproducirse. Digamos que, unido al enfrentamiento y la necesidad, había siempre implícito, e instintivamente, un sentimiento de compasión y, con ello, un respeto profundo por la vida de los otros. A todo esto podemos llamarle armonía de la naturaleza salvaje.  


La diferencia entre humano y animal, es que el humano puede albergar más libre albedrío dentro de la competencia por la vida que el animal. Esta facultad especial confiere a los humanos la posibilidad de disminuir o aumentar -cualitativamente y cuantitativamente- el sufrimiento a otros seres, más allá de la pura disminución instintiva, empezando por los de su misma especie, continuando con los de otra especie y terminando por las plantas y el medio ambiente donde viven todos. 


Si, con el natural espíritu de competencia, el libre albedrío es usado para generar más sufrimiento a otros, o alguna clase de destrucción, en vez de para minimizarlo o para generar más vida, entonces, el humano desarrolla lo que llamamos “maldad”, lo que es esencialmente “negativo”. Ya lo dijimos, el polo negativo existe en tanto su natural cotejo con lo positivo dentro de la armonía de la naturaleza salvaje, ambos se compensan de manera natural gracias al instinto de disminución del sufrimiento; pero, si se usa sin la compasión, el amor y el respeto necesarios hacia la vida de los otros y de todo lo demás, se rompe con la armonía de la naturaleza y se fomenta lo que es esencialmente negativo. Fomentando este polo negativo, usamos inadecuadamente nuestra facultad, desarrollamos una gran falta de respeto esencial a la armonía  de la naturaleza salvaje y a la universal humana que nos permite nuestro libre albedrío y nos separamos de la vida. De esta manera, solo encontramos destrucción, dolor y muerte.    


Con todo ello, podemos afirmar contundentemente, que la vida se encuentra y se fomenta a través del respeto pleno por la armonía humana universal, que es aquella que se encuentra en nuestras manos y se distingue de la naturaleza salvaje, por el libre albedrío que contiene para disminuir más allá de lo puramente instintivo. Y esto significa el Progreso de la compasión y el amor. En otras palabras, la armonía universal y la generación y el respeto por la vida se consiguen con el desarrollo de la espiritualidad universal hacia todos los seres vivos sensibles y no sensibles de este planeta. 


Hasta hace muy pocos años, en los inviernos nevaba por mis tierras cada año. La nieve se mantenía en las partes altas de las montañas y, gracias a ello, el agua podía conservarse en los pozos y correr por los riachuelos durante todo el verano hasta el siguiente otoño y los montes salvajes conservar sus ecosistemas, animales y bosques. La vida, con sus lluvias y sus nieves, ha existido siempre en estas montañas, desde hace 6 millones de años, que fue cuando todo este sistema montañoso de la Bética sureña surgió de las profundidades del Mediterráneo. Esto no es un desierto, nunca lo fue, la península Ibérica tampoco. Es absolutamente imposible, que el clima cambie tan radicalmente en tan solo unos breves años -estamos dentro de las cifras de precipitaciones en un Mediterráneo que se comparan con los desiertos más extremos del planeta-. No me alberga ninguna duda de que la extrema falta de lluvia de estos tres o cuatro últimos años está, sencillamente, creada artificialmente por alguna clase de interés inexplicable. Y esto es una falta muy grave a la armonía universal.  


La rosa roja necesita de los blancos invernales para hacer brillar su intenso color y prepararse en la nueva vida de la sus primaveras. Hagamos que sigan brillando las rosas en invierno.  

(Foto de la rosa: invierno del 2017)