sábado, 2 de abril de 2022

Naturaleza consciente frente a la falsa ecología

 


Cuando un agricultor natural se identifica con lo que hace y su papel en el mundo, no le cabe la menor duda de lo que significa para él, o, también, para su entorno. Esta seguridad transita dentro, y se realiza directamente en el trabajo directo, con sus maravillosos resultados hacia fuera, en la Naturaleza externa, que son devueltos extensamente en un recibir que lo colma todo, disipando la posibilidad que se reproduzca cualquier duda. Se trata de una seguridad que permite una retroalimentación que parte desde adentro del individuo hacia afuera de él, y que luego es correspondida desde un afuera hacia adentro; alimentándose ambos, mutuamente, en un devenir precioso de armonía, aún con sus procesos difíciles.

Cuando un agricultor natural se descentra de sí y sacrifica parte de su provecho para alimentar a la Naturaleza, está enriqueciéndose doblemente. Por un lado, obtiene, en abundancia más que suficiente, su fruto merecido, y, por otro lado, está obteniendo la gran satisfacción interior de estar ayudando a que la Naturaleza sea ella misma. Si la Naturaleza deja de ser, en esencia, ella misma, es decir, nosotros, con nuestra acción, impedimos que eso suceda, los humanos, como parte de ella que somos, nos apartamos de ser naturaleza. Siendo naturaleza, como somos, aunque se resistan algunos a aceptarlo, estaríamos entonces hablando de autodestrucción. La no destrucción, por ello, es el acercamiento a la Naturaleza, y eso, invariablemente, implica un pequeño sacrificio de provecho propio.  

Sin embargo, hablar de naturaleza, o de ecología, sin haberla realizado desde su experiencia directa, sino controlado desde la ciudad, por los intereses de ella, en el tiempo que se está produciendo tal supremacía tecnológica como solución ecológica para la naturaleza y para el humano, contiene graves absurdos y discrepancias, hablamos de una falsa ecología. Es absolutamente carente de toda razón lógica y de toda practicidad, así como de congruencia, aspirar a un cambio global ecológico mundial a la vez que se es tecnológicamente “supra-incrementado”, matemáticamente reglado, artificializado, hasta límites insospechados que provocan una clara deshumanización, es decir, una no naturaleza, con las desastrosas pérdidas y sufrimientos consecuentes que provocan la mencionada autodestrucción. Siento decirlo, pero son dos partes absolutamente incompatibles, imposibles de reconciliar, en sus extremos. Sin un humano natural, es imposible, e incluso insultante, hablar de una defensa de la naturaleza.  

Si la humanidad ha de esperar una reconciliación, no queda otro remedio que templar las dos partes incompatibles, tal como nos enseña la ya expresada estética de la Indeterminabilidad; entonces, es posible que exista armonía, sin olvidar que templar significa naturaleza consciente con sus necesarias transiciones. Hasta ahora, a causa de nuestras máquinas y tecnologías, hemos destruido la naturaleza, ha sido y es una inconsciencia total. ¿Cómo se puede aspirar entonces a un nuevo ecologismo devenido desde nuestras máquinas y tecnologías? ¿controlando el clima, o a los mismos humanos, desde la transgenia de plantas o personas, etc.? Y, lo que es más: Imaginando, que es mucho imaginar, que se asumieran acciones benditas y conscientes de salvaguarda de la Naturaleza ¿Cómo se puede, en esas condiciones, pretender un ecologismo -teóricamente pronaturaleza- a ultranza, en base a un humano supra-tecnologizado, siendo el humano la misma cosa que naturaleza? No es la naturaleza quien debe hacerse a imagen del humano, sino el humano es quien debe hacerse a imagen y semejanza de la Naturaleza, pues esta segunda es más extensa.

Es de sabiduría universal y de experiencia, que nada es realizable sino con el ejemplo de nuestra propia vida; no se puede decir soy natural, si mi vida está implacablemente dependiente-sometida- de -a- un artificialismo feroz. Para llevar a cabo una verdadera “ecología”, o un verdadero cambio hacia la naturaleza, hace falta un acto de consciencia natural, que implica un ejercicio libre, real y ético de ello con nuestra propia vida. Es por todas estas incuestionables razones, entre otras muchas más, que la Agricultura Natural expuso su séptimo principio de Vida Natural Consciente. Un agricultor natural que se precie de serlo, invariablemente, debe llevar una vida humana acorde a lo que aspira para la naturaleza. Del mismo modo que aspirar a ser natural para la naturaleza, implica un acto de consciencia para la naturaleza. Aspirar a ser natural para la naturaleza, implica un acto de consciencia para sí mismo también. Van de la misma mano.