viernes, 15 de mayo de 2020

El gran peligro de los transgénicos –vida artificial-




Según las grandes líneas científicas imperantes, saltarse la selección natural al intercambiar genes entre especies, e incluso reinos, que, de forma natural, son imposibles de mezclar, como son virus, bacterias, genes animales o humanos, etc., lo que conseguimos es controlar la producción de alimentos, primero para lograr ganancias y productos mayores, o incluso “mejores”, según sus visiones, y segundo, para controlar los daños producidos por otros factores no naturales. Nos encontramos ante la lucha por mantener la vida artificial. Una lucha que sólo puede llegar a un sitio, la destrucción total de la vida natural, y aquí está incluida la destrucción del humano.

Es un lugar muy peligroso, porque cada día se hace más difícil disponer de semillas no modificadas genéticamente. Hasta tal punto que, hoy día, casi todas las compañías que controlan la distribución de las plantas para la agricultura, tienen el mercado copado con plantas modificadas que están preparadas para hacernos dependientes. De tal modo que, o bien no producen ya semillas fértiles, o, las que producen nuevas plantas, están carente de frutos, es decir, sirven para una sola generación, o de dos, como mucho. En ambos casos, se intenta evitar cualquier caso de hibridación, con la intención de no perder la especie principal, por un lado -que sí están preparadas para resistir condiciones artificiales con los usos de químicos-, y, por otro lado, poder controlar los mercados, para ser ellos mismos los proveedores de las plantas. El humano se queda entonces en una posición de dependencia total de los agentes multinacionales, sin existir posibilidad alguna de libertad, ni de naturalidad. 

Para el segundo de los casos, donde usan la genética artificialmente para controlar los daños producidos por otros factores no naturales, justifican esta manipulación artificial diciendo que: Debido a que los químicos usados para la agricultura han provocado que las silvestres capturen esas contaminaciones, y, para evitar que las plantas de alimento se hibriden con esas silvestres, han modificado el gen para que sean infértiles y carentes de fruto futuro. De esta manera, no pueden “contaminarse”, y se pueden salvar las plantas de alimento.

Con toda claridad, podemos observar como la biotecnología genética, evitando toda hibridación, va absolutamente en contra de la propia domesticación, puesto que está matando toda posibilidad de que la Naturaleza pueda intervenir. Los humanos artificialistas piensan que pueden controlarlo todo. Es un peligro inminente este pensamiento ya que, si el humano se aísla de la Naturaleza, sencillamente, Ella muere; y si esto sucede, morimos nosotros también.

Los genetistas dicen que, ese carácter de pérdida de homogeneidad, es lógico, argumentando que, al cruzar dos especies de tan diferente carácter, es imposible mantener la homogeneidad de manera natural, por lo que se hace estrictamente necesario seguir manteniendo los cruces genéticos y las plantas madres artificiales. Es el miedo ancestral, la pescadilla que se muerde la cola.

No hay otra salida que volver a la verdadera domesticación. Y ella sólo es posible con lo silvestre incluido, por eso, la tendencia evolutiva para la humanidad, debe ser inversa a como se entiende; esto es: el abandono de la tecnología genética que impide la participación de lo silvestre y crea especies infértiles y naturalmente discapacitadas. Este abandono puede significar también un cierto grado de domesticación artificial aún, por los condicionantes que tenemos hoy día, pero ya con un camino claro trazado. Desde ahí, se abre la posibilidad de practicar libremente la domesticación natural, que debería ser objetivo de la agricultura general, y que sí que es nuestro objetivo directo dentro de la Agricultura Natural, y dentro de este tratado.


Anexo libro de Agricultura Natural de próxima publicación.

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