miércoles, 10 de junio de 2020

Las plantas son el reflejo de lo que somos


Fukuoka nos dijo, en uno de sus principios, no echéis químicos a vuestros cultivos, ni para fertilizar, ni para sanar vuestras plantas, porque, si lo hacéis, romperéis el ciclo natural de defensa de la Naturaleza y todo acabará por ser destruido. Aquella sentencia ha recorrido el planeta.

Desde entonces, surgieron multitud de modelos para evitar usar esos químicos tóxicos, y todo fue muy bien, pero ¿entendimos entonces, en toda su extensión, el mensaje auténtico de la filosofía de Fukuoka? Desgraciadamente no, además de que había otros principios que no fueron tenidos en cuenta y que dependían también de esa primera sentencia.

La razón por la que me decidí a escribir sobre estos temas, fue porque, a través de mi propia experiencia con el campo y con el ejercicio filosófico y espiritual, me di cuenta que el mensaje del maestro había sido degenerado y malinterpretado, con lo que sentí que debía ser de nuevo promovida. Por entonces, no sabía con lo que me iba a topar. La cuestión es que ahí nació la renovada Agricultura Natural de Vida Natural Consciente. Muchas veces, debemos retocar y sanear los pilares de un valioso edificio antiguo, que fue parcheado y sobrecargado con peso indebido.

Y ahora vamos al tema: El ser humano es parte de la naturaleza y, siendo así, que no creo que haya duda sobre ello, entonces debemos medir bien ese principio de los químicos que introducimos en nuestro cuerpo también, que es tan natural como el de las plantas.

Los agricultores naturales que lo hemos experimentado, sabemos que las plantas responden maravillosamente bien ante las plagas, cuando tienen un ecosistema adecuado. Esto hace que las únicas enfermedades devenidas sean las naturales y tal correspondencia dota de salud general a todo el ecosistema.

Con el cuerpo y la mente humana pasa exactamente igual. Si les dotamos de un ecosistema alrededor adecuado, las únicas enfermedades sobrevenidas son las naturales. Teniendo en cuenta cómo vivimos hoy, debido a las infinitas interferencias tóxicas del artificialismo, no queda más remedio, entonces, que dar un doble tratamiento para hacernos a imagen y semejanza de lo que somos en verdad, pura naturaleza: el primero es, dotar ese ecosistema adecuado, y el segundo, ir desintoxicándonos de los químicos y otros artificialismos, también derivados de la separación, a través de lo que he llamado “Natural artificilidad”, que no es más que un proceso de transición.

Con la tierra filosofal -Tabla natural consciente-, recientemente publicada, estos términos tan sencillos de comprender que aquí expreso ahora, han quedado expuestas de tal manera, que las esencias fundamentales de la A.N. han acogido sentido universal y profundo sobre todas las manifestaciones de la naturaleza. No debemos perder nunca el hecho de que, cuando hablamos de Agricultura Natural, estamos cultivando no sólo las plantas, también estamos cultivando nuestro cuerpo y nuestra mente -espíritu-, como una parte más de la naturaleza.

No nos quepa duda, que las plantas son el puro reflejo de lo que somos también nosotros. Observando cómo son ellas, y cómo las tratamos a ellas, nos estamos observando y tratando también a nosotros mismos.

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