martes, 9 de junio de 2020

Una llamada a la reflexión


Existen varios temas muy relevantes sobre la mesa de discusión actual de todos nosotros, habitantes con derecho a pensar libremente, mientras los poderes trabajan para encontrar las mejores soluciones para los humanos. Una de estos temas, es sobre si es conveniente o no, en la situación actual, imponer una ley sobre el uso obligatorio de la mascarilla y sobre una vacunación obligatoria. Pienso que debemos reflexionar mucho sobre estos dos temas, que están creando tantas divisiones ideológicas y de convivencia.

Lo primero que debemos atender, lo que ya fue dicho, que es lo que la Constitución y los derechos humanos resguardan en cuanto a la libertad de las personas. Creo que este tema tiene hilos complicados, en tanto que, en situaciones como las dadas hoy, se cuestiona tal libertad, en tanto que se le da la presunción, si no se cumple con lo que se establece y que roba la libertad, de perjudicar a los demás. En una situación de emergencia real, esto podría tener sentido, y yo creo que casi todos los humanos, hemos sido responsables y asumido tal situación de manera eventual. El problema es el medio y largo plazo del asunto, que implica una posible presunción de tal “perjuicio”, que crea, a su vez, un “prejuicio” infundado, basado en supuestos que aún no han sucedido.

Determinar a priori, un condicionante de posibilidad, que atenta la libertad de las personas a medio y largo plazo, es altamente peligroso, y ATENTA DIRECTAMENTE contra el último artículo de la declaración de los derechos humanos. Más aún, si tales determinaciones, sólo están sostenidas por supuestos que no existen en el momento presente.

El mítico y antiguo Nostradamus, fue un visionario y atentó sobre toda ciencia. Se atrevió a determinar un futuro para los humanos, delimitando toda posibilidad de libre albedrío, eliminando, por completo, la capacidad humana para poder cambiar las cosas desde el momento presente, por la creencia totalitarista de un designio superior que estipula el futuro catastrófico, por encima de un humano inferior, sin capacidad alguna para cambiar tales ilusorios designios. Ante tal amenaza, solo cabe esperar el desastre, y con ello, los humanos vivimos tal desastre, sencillamente, porque lo hacemos realidad creyéndonoslo y actuando en consecuencia.

La ciencia médica de hoy, en muchas de sus vertientes, que son, presumiblemente, las que gobiernan a los gobiernos, están ya vaticinando nuevas catástrofes irremediables. Y ante tal amenaza, intentan proponer medidas que atentan, en un medio y largo plazo, a las libertades básicas previstas en las Constituciones de los países y en la Declaración Universal de Derechos Humanos ¿Qué hacemos? ¿Nos las creemos, o mejor reflexionamos un poco para salvar nuestras libertades? YO PROPONGO REFLEXIONAR, QUE ES LO MÁS SENSATO, ANTES DE CONFIGURAR UN MUNDO MEDIAVALISTA, BASADO EN “MITOLOGÍAS CIENTÍFICAS” QUE VATICINAN LA CATÁSTROFE.

Hagamos un ejercicio simple de reflexión y propongamos una manera inversa de pensar “a priori”: Supongamos que, en un ambiente naturalizado y consciente, el ser humano tiene la capacidad natural de pensar en positivo y puede dejar de creer, si quiere, en catástrofes futuras naturales, sobrevenidas de enfermedades infecciosas muy graves, capaces de destruir una gran parte de la humanidad. Supongamos, también, que el ser humano tiene la capacidad natural corporal de defenderse ante toda adversidad, si cuenta con las condiciones naturales y conscientes, sin tener que depender de la elaboración de preparados químicos, altamente contaminantes, para todos los cuerpos de la naturaleza.

Bien, tan posible es esta forma positiva de pensar “a priori”, como la primera opción negativa, que es justamente la contraria. Si las dos son posibles, ¿quién puede determinar la obligación a pensar una u otra? Sólo mentes totalitaristas, que no creen en la libertad de la naturaleza ni en la consciencia, o que persiguen un fin determinado, aún a sabiendas de estas creencias, pueden obligar a pensar en una de las opciones.

Si el futuro no puede predecirse, salvo que nosotros lo hagamos real con nuestras acciones, tampoco podemos dar como válido una “determinación” impuesta a priori, sea la que sea, si hay presunción de inocencia en las acciones previas. Lo que significa esto, es que tenemos el derecho inalienable y pleno de pensar, proyectar y enfocar nuestro futuro, tal como queramos, relativo a estos términos de pensamientos y acciones que afectan directamente a nuestra integridad y libertad personal, sin estar obligados ni condenados a pensar, que estamos afectando a nadie, pues tal afectación no es previsible, salvo por “mitología científica”.

Yo, personalmente, decido y abogo, por pensar, proyectar y enfocar nuestro futuro de forma positiva, con la confianza implícita en la capacidad positiva humana de crear su propio destino futuro. Con ello, pienso mi “a priori” de la siguiente manera: Si no hay pandemia ahora, no necesito proyectarla, ni en el presente ni en el futuro, por ello, apoyo la no obligación de usar la mascarilla de forma tan generalizada y pública, así como la de no lavarme las manos en lugares públicos con desinfectante químico, así como la de no prever una distancia supuesta de seguridad, salvo naturales evidencias, pues yo creo en la seguridad del contacto humano, así como la no obligatoriedad del uso de una vacuna u otra medicación química, como panacea de salvación ante una supuesta pandemia posible que no existe hoy, pues es mi integridad física y a nadie le corresponde, bajo ninguna circunstancia, a decidir sobre lo que introduzco en mi cuerpo. Aún menos, a juzgar a mi persona por ejercer tal manera de pensar.

NO CREO QUE NINGÚN SER HUMANO SALUDABLE, POR SU CONDICIÓN NATURAL, SEA RESPONSABLE DE LA ENFERMEDAD DE OTROS; sí creo, sin embargo, en la responsabilidad sobre el daño en la salud general, que están produciendo las substancias químicas artificiales en todos los cuerpos de la naturaleza.

Para los que elijan la opción contraria, yo les pregunto: si tanta fe, tienen ustedes por los químicos salvadores, protéjanse ustedes, introduzcan en su cuerpo toda clase de substancias contaminantes, es su derecho libre, pónganse una mascarilla de protección doble, que las hay, respiren su propio Co2 y vivan sin oxígeno, si ustedes lo quieren; de esta manera, estarán ustedes altamente protegidos, según sus designios, pero dejen respirar y vivir en paz a las personas saludables que no quieran hacerlo. SI TAN ALTA ES SU CREENCIA EN ESTAS PROTECCIONES, ENTONCES, NO TENDRÁN NADA QUE TEMER SI LAS USAN. SI TEMEN, ENTONCES SUS PROTECCIONES TAMPOCO SON SEGURAS, Y SI NO SON SEGURAS, ¿POR QUÉ QUIEREN QUE LOS DEMÁS PENSEMOS QUE LO SON? Discúlpenme, pero es absolutamente contradictorio.

Ante una contradicción así, de tan alta evidencia analítica y sensible, y ante todos los hechos de pensamiento mostrados, las opciones de todo habitante del mundo, que elija pensar en los términos positivos expuestos, son fomentar la reflexión y el diálogo pacífico entre las personas y ante las autoridades pertinentes y, en caso de dificultades, acogerse al derecho de rebelión, recogido en el último artículo la Declaración Universal de derechos humanos, que salvaguarda y defiende todas las libertades individuales y colectivas allí prescritas.     

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