miércoles, 20 de enero de 2021

Ideología-realidad y la Agricultura Natural


No pocas veces nos hemos encontrado con las grandes contradicciones que se producen cuando intentamos interconectar la “idea” y la “realidad”. Sin embargo, este hecho no debería corromper esa ideología que nos une. Razones múltiples nos apoyan para no caer en la tentación de la desazón.

Por argüir algunas de esas razones, podemos pensar, por ejemplo, que el mundo real que hemos creado los humanos, dependió, originariamente, de un conjunto acumulado de “ideas” previas, que más tarde confluyeron sobre “conceptos” prácticos, que dieron lugar después, a expresiones concretas perceptibles en la realidad. Si fuimos capaces de crear este mundo que percibimos ahora en la realidad, podemos ser capaces de crear otros mundos posibles que podemos percibir en otras realidades.

Sólo con este razonamiento, ya podemos afirmar que la realidad también depende de nuestras ideas, y es, por ello, la gran importancia de configurar ideologías posibles. La cuestión es que éstas sean positivas o prósperas -tanto para el humano como para la Naturaleza- y no negativas o destructivas.

Durante muchos años, llevo observando que esas contradicciones, de las que hablé al principio y que tantos fracasos han conllevado dentro del mundo alternativo -y siguen conllevando hoy-, no se deben a la falta de ganas, o capacidad, o ideas, para llevar a cabo realidades -son muchas las personas entusiastas que se esfuerzan en ello-. La principal razón que he podido observar en esas tentativas fracasadas, es la falta total de ideología. Debemos entender que cuando hablamos de ideología, hablamos de un mundo organizado de ideas consensuadas por un grupo de individuos, y no de un mundo des-organizado de ideas consensuadas, -a veces también des-consensuadas-, por un grupo de individuos.  

En otras palabras, el fracaso viene porque las diferentes tentativas, supuestamente apoyadas por una ideología, están carente de una “verdadera” ideología, ya que dejan demasiados flecos abiertos y demasiadas, y fundamentales, preguntas sin responder, con lo que terminan por venirse abajo finalmente, por su propio peso.  

Múltiples veces he hablado de indeterminabilidad, y muchas personas la han interpretado como una opción ideológica que lo relativizad todo, un relativismo absoluto sobre la realidad. Nada más lejos de la realidad. Para los que la conocen de cerca, y leyeron con acierto los libros de Vida Natural Consciente, que son, hasta el día de hoy, las referencias prácticas de la mismísima indeterminabilidad, ya saben que la Agricultura Natural de hoy, mantiene su posición en el mundo real, gracias, precisamente a ese apoyo filosófico -que sostiene estructura ideológica-. Tal filosofía, con esa conexión esencial con la práctica, no se queda perdida en el mundo de las ideas imposibles, ya que conllevan, por su propia inercia básica, diversos mundos ideológicos posibles y ciertos, sostenidos, y devenidos, en, y por, la mismísima realidad.

Evoquemos la gran manifestación natural de la indeterminabilidad, expresada en toda su realidad, con esta imagen-ejemplo que hoy os muestro, a través de estas maravillosas plantas de cultivo natural -coles chinas, repollos, cebollas y  lechugas de roble-, que se encuentran embutidas en un mundo de pequeñas plantas silvestres, como son las ortigas y las malvas, entre otras hierbas.

Prestemos atención al hecho de que, la templanza sobrevenida entre ellas, fue debida al ejercicio maravilloso de la templanza entre el ser humano -del mismo humano consigo mismo-, y la Naturaleza -ayudada por el humano-. Conjunción que sólo fue “posible”, gracias a un proceso profundo de “ideación”, en una forma ideológica, a priori, organizada y accionada en la realidad.

Ahondemos aún más, y comprobemos, por nosotros mismos, que todo agricultor natural, se establece, conscientemente, en un estado indeterminable que, aún interviniendo en la naturaleza, deja ser a la naturaleza, sin ahogar su expresión y sin renunciar a su propia esencia de pensamiento y/o de acción. Y este simple hecho, que denota una realidad certera, no revela, en ningún momento, ningún tipo de determinación, como tal. Y he aquí la gran diferencia.

 

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