martes, 17 de septiembre de 2019

El producto llamado “ciencia” y el pulmón vegetal del planeta tierra.



Por todos es sabido que el conocimiento humano está gobernado por la Academia. En todas las universidades del mundo, las investigaciones científicas se encuentran directamente tuteladas por los cauces academicistas, y no son consideradas aquellas que no pasan por su consentimiento explícito, según sus primados cientifistas e intereses particulares o generales del sistema de capitales. Lo que esto quiere decir es que la “Ciencia” piensa que es la dueña y señora del conocimiento humano. Las investigaciones  de la ciencia dependen de la financiación de las empresas y los gobiernos. Y ambos dependen del mercado de capitales, con lo que, todo conocimiento producido desde la Academia, y es el único conocimiento admitido, es un producto más del mercado de capitales.
La ciencia tiene sus maneras particulares de ser y de medirse. Y estas maneras proceden de una suerte de herencias racionalistas, desde tiempos aristotélicos, marcadas por la llamada teoría del conocimiento. Y esta a su vez por las lógicas matemáticas.
Para cualquier profano en la materia, no es difícil argüir que un argumento lógico es aquel que es consecuente con la realidad percibida y puede ser medido. Todo aquello que no es consecuente ni puede ser medido, por tanto, con la realidad percibida, carece de toda lógica. Si carece de lógica, esto es, de realidad, entonces no es ciencia. La ciencia se separa coyunturalmente, de esta manera, del mundo de las “ideas” y crea para todo conocimiento una cosa llamada “concepto”. El concepto es determinado, y esto significa que es fijo. Lo que es fijado partió, evidentemente, de una idea, que es trabajado por el ámbito filosófico también. Dependiendo de la observación y la experiencia empírica de lo que fue percibido y tras pruebas de ensayo y error, quedó entonces determinado en pacto filosófico-científico. Una vez queda algo determinado, comienza su gobierno hasta que un nuevo concepto demuestre algo distinto. Así, por ejemplo, si la ciencia, después de sus circunstancias demostrables,  afirma que “los bosques maduros no producen oxígeno neto”, quedará así fijado hasta nuevo concepto.  Tenemos dos preguntas que hacernos ante eso.  La primera de ellas es si, realmente todo aquello que es determinado, está realmente dentro de los cauces de la lógica matemática, es decir, es consecuente con la realidad y puede ser medido; y la segunda es que si, estando dentro de la lógica matemática, además podemos abarcar el espectro completo de esa realidad percibida y de lo que puede ser medido. Esta segunda parte queda en manos de la filosofía, que se encarga de abarcar todos los espectros y posibilidades dentro del mundo de las ideas, también llamadas ideas conceptos en sus ámbitos pragmático-deterministas, y solo ideas, en sus ámbitos no deterministas.
Dijimos que la ciencia depende del mercado de capitales. Esto significa que todas las determinaciones de la ciencia, debido a su dependencia, no permiten el paso necesario, o la conversación y el entendimiento de la filosofía a la ciencia, si no acontecen desde sus intereses. Con ello, nos encontramos con una pérdida desastrosa de conocimiento, que no abarca todo el espectro de la realidad, dando lugar a falsas especulaciones y creencias. Y lo que es peor, generando realidades nuevas absolutamente dependientes de racionalismos lineales y artificialistas que no contienen aspectos fundamentales. De este modo y volviendo al ejemplo, si la ciencia admitiese, por especulación lineal de razonamiento y sin datos medidos, “los bosques maduros no producen oxígeno neto”, no sólo está fallándose a sí misma por no contener la lógica matemática, está colaborando también a crear realidades artificialistas que no corresponden a la realidad ni a lo medido, dando pie a que el humano intervenga para crear artificialmente bosques jóvenes, por ejemplo, pensando que así está generando más oxígeno, sin tener en cuenta el amplio espectro de lo que significa un bosque maduro y la importancia vital de su conservación. El amplio abanico de las ideas posibles, que también son realidad y pueden ser medidas, si se quiere, deben estar en constante movimiento, articulando un sistema indeterminable que permite la interacción y la evolución de los estados estancados de la pura determinación. La ciencia, si quiere ser partícipe del conocimiento, debe amplificarse a los espectros, ser fiel a sí misma, conversar con la filosofía también, abrir sus fronteras y dejar de ser un producto llamado ciencia para pasar a ser una ciencia llamada conocimiento, que es su origen verdadero y tal como fue concebida desde los inicios de los tiempos.
Así habla la filosofía indeterminable que desea conversar con la ciencia: Un pulmón es un órgano que respira y da vida a un ser. Un pulmón vegetal es un órgano que respira y da vida a todos los seres. Las selvas por ejemplo, y todos los bosque primigenios del mundo,  son el gran pulmón del planeta. Ellos respiran –inspiran y espiran-, están vivos y generan la vida y el oxígeno necesario a través de la transpiración de sus hojas, a través de la descomposición de sus materias orgánicas, a través de la generación de nuevas vidas vegetales; sus hijos y sus nietos, dependen de su cuidado, los mismos humanos dependemos también de su cuidado y protección.  Además,  los bosques maduros, no sólo contienen la memoria histórica, vital para la supervivencia de todos los vegetales en la tierra, de las praderas y desiertos,  también restablecen de forma constante el  equilibrio de la atmósfera, de los climas, de las energías vitales de todos los seres.  
Los bosques primigenios son el pulmón vegetal del planeta, que respira por nosotros  y para nosotros. Esto pertenece a un conocimiento universal ¿Quiere la ciencia conversar y ser conocimiento universal también?

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