jueves, 18 de agosto de 2022

La naturalización de nuestra mente para agriculturar

 


En diversas ocasiones me preguntan sobre la contradicción que existe cuando hablo de simplificar nuestro pensar para agriculturar y a su vez hablo también de la necesidad del pensamiento filosófico, que es, contrariamente, complejo y extenso. Voy a intentar dar una respuesta a ello lo mas brevemente posible.

Por un lado, hay que entender que, por mucho que queramos, no podemos liberarnos de nuestro pensar para cualquier cosa que hagamos en esta vida. La huída del pensamiento como tal, entonces, es un absurdo y esa carencia es precisamente la que ha provocado el hundimiento de nuestra capacidad de reflexión. Por eso, simplificar nuestro pensamiento para agriculturar, significa llegar con nuestra mente a lo esencial que, siendo simple en su manifestación, lo contiene todo también ya que está realizándose a través de una mente desarrollándose, capaz de percibir el universo de pensamiento múltiple y complejo de posibilidades -pasadas, presentes y futuras-, aún con la incertidumbre del misterio. Esta mente puede mantener esa gran complejidad si quiere, pero sólo es usada cuando es necesario, pues su estar habitual es lo esencial, con cualidad sosegada y simplificada. Y como tal, actúa. No hay otra forma de llegar a esa mente que a través de la filosofía, pero no cualquier filosofía, sino aquella que quiere llegar a lo esencial que lo contiene todo. De este modo, nos encontramos ante un camino que nos lleva a la naturalización del pensamiento filosófico, pues el fin no es otro que evolucionar nuestra mente para llegar a lo esencial con una evolución de naturaleza también, de ahí que hablemos de Consciencia dentro del ámbito de la Agricultura Natural. 

El conocimiento técnico en agricultura -del mismo modo en otras áreas-, llamado también ciencia técnica de la agricultura, se ha inmiscuido, a través de los milenios, en unas redes hipercomplejas de pensamiento y acción con el fin inicial de facilitarnos nuestras labores. Aunque este fin era loable, la extrema artificialización consecuente, ha provocado una gran carencia del pensamiento filosófico y un exceso de pensamiento técnico, con lo que nuestras acciones campestres, ahora son muy complicadas y enrevesadas para nuestra mente confusa. Nos ha robado el sentido más esencial y sencillo de la vida. Es por esa razón que en el Tratado de Agricultura Natural, sabiendo de lo complicado de nuestra ciencia, hayamos compensado recuperando los conocimientos técnicos más sencillos y ancestrales para nuestra vida de hoy. La naturalización del conocimiento técnico -que implica volver al origen más elemental adaptado a nuestros tiempos-, con ello, se convierte del mismo modo, en gran parte de nuestro trabajo como agricultores naturales. Y este hecho provoca, insoslayablemente, un cambio profundo dentro de nuestra forma de concebir la ciencia.

Con todo lo expuesto, la simplificación - que es naturalización consciente- de nuestro pensamiento para el agriculturar, contiene entonces dos vertientes muy claras, la que se expresa a través de una mente filosófica básica esencial y la que se expresa a través de una mente técnica básica esencial. Ambas mentes, que son en verdad solo una, son expertas y están capacitadas para romper cualquier idea errónea de la red complejísima de pensamiento que fue construida desde las malas costumbres, tanto filosófica como científicamente. Eso no significa que sea, en sí misma, compleja, significa que, capacitada para ser compleja si quiere para comprender dicha red absorbente y destructiva, puede traspasarla y actuar para y desde la sencillez, la simplificación o lo esencial. 

Al final, de lo que se trata, en el proceso de recolección de los altramuces, por ejemplo, es de separar el grano del envoltorio, pues el envoltorio es incomestible. Del mismo modo, se trata también del lavado del grano para quitar la amargura. Observamos que lo esencial implica, simplemente, quitar aquello que molesta y es dañino si se come. Sería muy mala costumbre comer el envoltorio o los granos de los altramuces sin haber quitado el amargor. 


 

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